martes, 25 de febrero de 2014

CENIZAS PARA UN BLUES: Presentación de la novela.

El próximo 4 de marzo, a las 20:00, en "La Carbonería", calle Levíes 18 de Sevilla, tendrá lugar el acto de presentación de mi segunda novela "Cenizas para un blues", al cual estáis todos los lectores del blog invitados, invitación que, por supuesto, se hace extensible para vuestros familiares.



Espero contar con vuestra presencia en este local tan agradable en pleno centro de Sevilla. Hablaremos de la novela, de cine y seguro que caen algunas cervezas.

La Carbonería



Aquí tenéis el cartel que anuncia el evento:



Un abrazo a todos.






miércoles, 19 de febrero de 2014

CENIZAS PARA UN BLUES: Primeras páginas.

Hoy traemos al blog un extracto del primer capítulo de Cenizas para un blues. Una novela que, en cierto modo, es una continuación de Puentes y Sombras, pero que se puede leer de forma independiente. Antes de comenzar, os invito a leer la sinopsis que vendrá en la contraportada del libro: 

La subinspectora Casandra “Sam” Torres, dimite de su cargo y consigue un puesto de detective privado desde el que podrá investigar un caso de corrupción policial. Un trabajo que, no obstante, la obligará a aceptar otro tipo de casos como el del secuestro del hijo de un acaudalado empresario. Mientras Sam se enfrenta a los secuestradores, su exjefe, el inspector Hidalgo, se encarga de la búsqueda de un peligroso preso fugado. Pronto, Sam comprobará que ambos casos están relacionados, y que será inevitable volver a trabajar con Hidalgo, sobre todo cuando se confirme lo que pretenden hacer los criminales con el niño.
Cenizas para un blues es una novela negra ambientada en Sevilla. Un relato donde se cruzan detectives, periodistas, policías corruptos y psicópatas capaces de todo. Una historia cruda y actual con un ritmo vivo que invita al lector a su lectura continuada.


CENIZAS PARA UN BLUES




You better watch your back boy
You better cover your bets
The further down that road you go
The rougher it’s gonna get.

John Mayall, Jacksboro Highway.


SAM

«Probando: uno, dos, tres… ¿Se oye bien? A ver, ¿esto funciona? Parece que sí. Bueno, comenzamos… Pero ¿por dónde empezar? La situación no puede ser más extraña: aquí, yo solo, hablando conmigo mismo, frente a un micrófono, en una lúgubre habitación que está pidiendo a gritos una mano de pintura, sumergido en un hostal barato, perdido en el dédalo de callejuelas estrechas del barrio popular que me vio crecer. No sé por qué he acudido a refugiarme aquí. Porque esto es un refugio ¿no? Al menos un espacio donde poder repasar los acontecimientos del día sin molestias, sin temer la presencia de compañeros. Últimamente los compañeros son la peor compañía que podría tener.

»No deja de ser curioso que haya estado caminando todo el día y mis pasos me hayan conducido a este lugar. No estaba premeditado que acabase aquí, alguna fuerza invisible, una atracción irresistible, pero sutil, me ha transportado al vecindario donde pasé mi infancia. Asomado a la ventana veo lo poco que ha cambiado todo desde que abandonara a mis padres. Es cierto que este hostal no existía, pero la tienda de la esquina, “Todo para las Mascotas”, sigue estando ahí, también la mercería y el estanco. El portal adyacente a la papelería sigue siendo el número 14, aunque el segundo dígito esté a punto de caerse, bocabajo, sujeto por años y mugre a la pared del bloque de apartamentos donde nací.

»El entorno es el mismo, pero el ambiente es diferente, no sé…, decadente. A pesar de que es sábado por la tarde, no hay niños entrando y saliendo del portal, no están mis hermanos jugando a las canicas en la acera, ni las hijas del sastre del 4º saltando a la comba. Tampoco veo a sus amigas cuchicheando entre risas mientras miran a los más mayores que, sentados en los escalones del zaguán, leen con avidez los tebeos que han comprado con la paga del fin de semana. Puede que el calor tenga la culpa, pero ver la calle tan vacía me produce una sensación más cercana a la desazón que a la melancolía. Seguramente no es el barrio lo que se encuentra deprimido. Soy yo que quiero apoyarme en un pasado que ya no existe. Como si perteneciera a una vida soñada, a una existencia anterior vivida en un universo paralelo. Tan diferente se me antoja el barrio. Todo se ve antiguo, distante. Desde luego, aquí no han llegado los miles de millones que han inundado la ciudad para la Expo. No parece un vecindario de la capital de Andalucía, la del AVE, la de la moderna autovía de circunvalación, la del puente del Quinto Centenario o la de la Isla de La Cartuja.

»Soy yo, seguro. Ya traía ese malestar desde que salí de la comisaría; incluso desde antes: desde ayer cuando decidí embarcarme en la misión. No recuerdo haber tenido con anterioridad esta especie de premonición negativa que todo lo inunda de fatalidad. Y es que, por primera vez, un caso puede afectar directamente a mi carrera. Es la influencia en lo personal ―y en lo familiar― lo que me está preocupando y quizás sea esa la razón que me ha llevado a tomar la decisión de registrar en voz todos mis movimientos. También es posible que se deba a que necesito desahogarme con alguien en un momento en el que no puedo confiar en nadie. No hasta que todo se aclare y pueda determinar quién se encuentra a este lado de la línea ―la que tracé ayer―, y quién permanece en el otro.

»El asunto es grave. Y he dudado mucho en implicarme. Lo más fácil hubiera sido hacer la vista gorda, seguir como hasta ahora ignorando lo que pasaba a mi alrededor. Dejarme llevar. Pero no me encontraba bien: había perdido el apetito y no dormía por la noche. Casandra ya estaba notando mi creciente mal humor y mi alejamiento progresivo. Los niños también, sobre todo la pequeña Sam. Es tan espabilada que se da cuenta de todo. Yo mismo me percaté de lo incómodo que me sentía en mi propia casa, sin participar en la vida familiar. Esto no podía seguir así. El asunto es grave, sí, pero mi vida y la de los míos son más importantes. El conflicto moral está afectando a terceras personas; a las que más quiero. Conflicto moral y legal. No hay que olvidar que me ampara la ley. La que juré proteger. Así que estoy decidido a seguir adelante. Aunque no tenga más remedio que traicionar a mis compañeros».



La Star 28 PK en la mesa; también la placa. Ambas plantadas en el escritorio de Ramírez con un golpe seco y firme. La entrega de pistola reglamentaria e identificación. La renuncia después de tantos años de carrera. Una imagen machacona que tenía Sam grabada en la retina y que se empeñaba en volver una y otra vez cuando se encontraba sola, es decir, la mayor parte del tiempo desde que abandonó el servicio activo. Ahora, sentada en su flamante despacho de la agencia de detectives, pensaba en el gesto de Ramírez cuando solicitó la renuncia. ¿Estaba sonriendo el hijo de puta o eran figuraciones suyas? A nadie se le escapaba lo poco amigo que era el comisario de los agentes femeninos, pero una dimisión así, de sopetón, sin ninguna justificación aparente, al menos debería provocar una mueca de sorpresa, nunca de alegría, aunque posteriormente lo celebrase en la intimidad.

La reacción de Hidalgo fue totalmente diferente. El desconcierto inicial fue seguido de incredulidad y, posteriormente, llegó la súplica. Hidalgo insistió una y otra vez. Le rogó a Sam que pensara detenidamente lo que iba a hacer. Pero los intentos del inspector para que su protegida recapacitase fueron inútiles: primero, por la determinación de Sam, y segundo, porque ocurrieron posteriores a la renuncia. El hecho ya estaba consumado y no había vuelta atrás. Sam no atendía a razones, ya no confiaba en Hidalgo. Pensaba que la actitud de su jefe era poco sincera, que estaba disimulando y que sus palabras eran tan falsas como él. Hasta la sonrisa de Ramírez, con todo lo desagradable que resultaba, era más auténtica que la espuria preocupación de Hidalgo.

Sam ya no se fiaba de nadie. No lo hacía desde que descubrió el dossier que acusaba de corrupción al inspector Torres, a su padre. También figuraban algunos nombres de los que ella consideraba compañeros. Policías que hoy seguían en sus puestos mientras que su padre estaba muerto: una calumnia le precipitó al exilio donde encontró la muerte. Asesinado por ETA lejos de su tierra.

En el portafolios de la investigación interna, entre los agentes implicados, destacaban Hidalgo y Ramírez. Del segundo no le extrañaba la posibilidad de que estuviera pringado hasta el cuello, ¿pero de Hidalgo? El inspector había sido su mentor, su jefe y guía, prácticamente el sustituto de Eduardo Torres. Sí, Hidalgo había ocupado el lugar de su padre durante todo ese tiempo. De ahí que jamás se le hubiera pasado por la imaginación que Rodrigo Hidalgo fuera un mentiroso. Y menos en un asunto como el de la acusación de su compañero de tantos años en Homicidios. Hidalgo había negado con vehemencia cualquier implicación en el asunto. Mentira. De la lectura del dossier confidencial se desprendía que sabía muchas más cosas de las que le había contado a Sam. El desengaño sufrido por la subinspectora fue como un torpedo en la línea de flotación. Sam se hundió anímicamente. Así no podía seguir y por eso decidió abandonar la policía. El nombre de Casandra Torres, alias Sam, ya no estaría nunca más unido al Cuerpo Nacional de Policía.

Sam dejaba muchos compañeros en la comisaría, pero se daba cuenta de que en realidad no tenía amigos. No de esos a los que puedes acudir para desahogarte, para contarles tus problemas y pedir consejo. Ese día, cuando recogió sus pertenencias y abandonó el edificio del distrito Poniente, le inundó un vacío que nunca antes había sentido. Se dirigió a su estudio de la calle Cuna y no salió en varios días de allí. Incapaz de reaccionar, simplemente se dejó llevar por la apatía. Así estuvo meses. Haciendo nada. Ni siquiera reanudó la investigación acerca del caso que la obsesionaba, aquel en el que se vio envuelto su padre en 1992. Sam solo salió del apartamento para hacer acopio de víveres o para visitar a su madre los domingos. El resto del tiempo lo pasaba sentada en el sofá mirando la televisión sin verla. Hasta que hace una semana llegó la llamada de Roberto. Entonces se dio cuenta de que aún le quedaban amigos fuera de la policía. El director de "La Voz de Híspalis" era uno de ellos. Preocupado por la ausencia de noticias de su confidente preferida, Roberto intentó localizarla hasta que dio con su número de teléfono. Nada más enterarse de que Sam estaba sin trabajo se acordó de la agencia de detectives. Roberto se ofreció para recomendarla a la compañía y Sam, todavía desganada, se lo agradeció. Gracias a Roberto y a su nuevo trabajo estaba recuperándose de la depresión. También ayudaban las visitas que frecuentaba a la redacción. Allí trabajaba Merche, a la que consideraba su amiga ―otra más― en el sentido más completo y amplio de la palabra. Curiosamente fue Merche la que el viernes le hizo recuperar la senda de la investigación del antiguo caso del 92.

Sam se encontraba mucho mejor, más animada y con ganas de dar con los responsables de la muerte de su padre, pero no podía evitar quedarse, de vez en cuando, ensimismada pensando en lo mismo: en su placa y en la Star 28 PK.



jueves, 13 de febrero de 2014

BLUE JASMINE (Woody Allen, 2013)

Este año llegamos un poco tarde a nuestra cita con Woody Allen, pero de nuevo hemos salido agradecidos al veterano director por una película que, si bien se aparta algo de su línea habitual de comedias, sobre todo desde que se fue a rodar al extranjero, sirve para sumar calidad en una prolífica filmografía repleta de cintas para coleccionar.



Con Blue Jasmine, Woody Allen realiza un remake encubierto de Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire), la obra de teatro de Tenneessee Williams, llevada más tarde al cine por Elia Kazan en 1951 y por Glenn Jordan en 1995. Una adaptación libre, la de Allen —tan libre que le han nominado al Óscar al mejor guión original—, que profundiza en la dificultad de cambiar de vida cuando todo se derrumba a tu alrededor y en la relación entre dos peculiares hermanas (adoptadas) que pertenecen a diferente clase social.

Suponemos que lo que le atrajo a Allen de Un tranvía… es el personaje de Blanche DuBois, una paranoica que quiere seguir viviendo una vida que ya no es la suya, despreciando la mediocridad de la clase baja a la que se ha visto abocada. El contraste entre los dos mundos está muy bien reflejado cuando la vida tranquila de la humilde Ginger (Sally Hawkins representando a una singular “Stella”) se ve alterada por la llegada de su hermana Jasmine (Cate Blanchett sensacional como la nueva “Blanche”) que acaba de salir de un tratamiento psiquiátrico después de ver como desaparecía su mundo de comodidades y lujo.



Si bien estos dos caracteres son bastante reconocibles —aunque no excesivamente fieles a la obra de Williams— el que corresponde con Stanley Kowalski hay que buscarlo en el desdoblamiento de dos personajes: Augie (el ex de la hermana de Jasmine) y, sobre todo, Chili, el novio algo macarra de Ginger que se desespera al ver como Jasmine quiere cambiar a su hermanastra y de alguna forma arrastrarla a una vida imaginaria de la que la primera ha salido escaldada.

La relación entre la nueva película de Allen y el resto de su filmografía se encuentra, como decimos, en el personaje neurótico de Jasmine. Siempre en todas sus películas hay que buscar al propio autor de entre los caracteres, en este caso el espectador fiel a los largometrajes del cineasta encontrará algunas de las particulares obsesiones del director en las palabras que salen por la boca de la protagonista. Por otro lado, Allen ha querido desarrollar algo más el conficto interno del personaje, y de paso alejarse de la obra de referencia, cuando, apoyándose en el flash-back, explica cómo Jasmine ha podido llegar a una situación tan desesperada.

Y es, precisamente, Cate Blanchett la que lleva el peso de esta tragicomedia con una interpretación —que ya veremos si se salda con un Óscar— muy rica en matices gracias al continuo cambio de registro propio de una enferma mental. Blanchett se luce, en parte, por estar muy bien secundada por el resto del casting, en especial por Sally Hawkins (otra justa nominación) y Alec Baldwin. Con respecto a este último, sólo apuntar una curiosidad: el actor repite historia —pero no papel— ya que participó en la versión de 1995 vistiendo la camiseta de Stanley Kowalski, personaje que inmortalizara Marlon Brando en la mítica película de Elia Kazan.

Ver Ficha de Blue Jasmine.






miércoles, 12 de febrero de 2014

CENIZAS PARA UN BLUES

Hace poco más de dos años anunciaba en este espacio la publicación de mi primera novela, Puentes y Sombras, con tres entradas acerca del proceso de gestación de una novela negra. Decía, entonces, que si bien el cine era mi afición, mi pasión, la lectura y la escritura siempre habían estado presentes en mi vida. Explicaba cómo me decidí por crear una historia de ficción, los problemas que tuve a la hora de escribirla y lo que me costó finalmente encontrar una editorial que estuviera interesada en publicarla.

También contaba cómo la trama ideada inicialmente cobró vida, cómo algunos de los personajes tomaron la iniciativa para erigirse en principales cuando lo previsto es que fueran protagonistas de subtramas de menor importancia. Me refería concretamente a dos de ellos: a la subinspectora de policía, Casandra “Sam” Torres y a su jefe, el inspector Hidalgo. La “rebelión” de estos dos personajes, en especial del primero, transformó el libro de tal forma que Puentes y Sombras, que en teoría sólo abordaba un caso donde un asesino en serie trae en jaque a la ciudad entera, y en especial a un periódico donde trabaja la protagonista de la historia (Merche), pronto evolucionó hacia un thriller donde Sam desplazó a Merche y a cualquier otro personaje para ser la verdadera conductora de toda la trama.

Este cambio no previsto provocó que la vida de Sam, la historia de su familia, la de su padre policía fallecido veinte años atrás en Bilbao, se convirtiese en una de las tramas importantes de la novela. Incapaz de explicar y resolver en Puentes y Sombras todo lo que venía antes —y detrás— de la muerte del inspector Eduardo Torres (el padre de Sam) decidí dejar abierta esa parte de la historia y resolverla en una continuación, es decir, ya estaba pensando en lo que luego fue Cenizas para un blues.

Y aquí estamos, con la segunda novela ya finalizada, a punto de salir a la venta con una nueva editorial, Ediciones en Huida, para llevar a cabo este proyecto que se construye a partir de Puentes y Sombras, pero que se puede leer de forma independiente, aunque sea recomendable abordar el díptico en su orden de aparición.

Cenizas para un blues es, por tanto, una novela de género, mucho más negra que la primera de la serie, donde Sam, Hidalgo y Merche se enfrentan a un nuevo caso criminal, pero también al pasado, a los hechos que desembocaron en la muerte del padre de la subinspectora.

En sucesivas entradas publicaremos un extracto del primer capítulo de Cenizas para un blues, procurando no desvelar la trama anterior —pensamos en el que aún no ha leído Puentes y Sombras—, ni tampoco descubrir nada que pueda perjudicar la lectura del nuevo libro; y anunciaremos la presentación de la novela y su salida al mercado, prevista para el 4 de marzo de 2014.

Un abrazo a todos los lectores.

Leer las primeras páginas de "Cenizas para un blues"



miércoles, 5 de febrero de 2014

CINE FÓRUM: JENNIE (Portrait of Jennie de William Dieterle, 1948)

Hoy traemos a nuestro cine club particular la pregunta del millón: ¿Puede el amor durar eternamente? O lo que es lo mismo: ¿Es el amor más poderoso que la propia muerte? El director, William Dieterle, y el productor, David O. Selznick —se nos antoja que más el segundo que el primero, ahora veremos—, responden a esta cuestión con una obra maestra:


La cinta narra cómo Eben, un pintor sin suerte (Joseph Cotten), se encuentra un día en el parque con Jennie, una niña muy particular (Jennifer Jones, regular caracterizada como jovencita, dada su edad). La pequeña viste como si perteneciera a otra época y se refiere a hechos acaecidos hace varias décadas como si estuvieran sucediendo en ese momento. Eben se queda prendado de Jennie y se pregunta si no ha sido todo una alucinación.

Jennie es en realidad una adaptación de la novela de Robert Nathan a cargo de hasta cuatro guionistas, siempre con la supervisión-intromisión de Selznick —el productor que no sabía o no quería delegar—, todo para conseguir un producto que sirviera de lucimiento a su descubrimiento personal, y a la sazón esposa, Jennifer Jones. La cinta es un melodrama fantástico que reflexiona acerca del amour fou, con un ambiente onírico, muy bien realizado desde la parte técnica e interpretado con el mismo tono melancólico por todo el reparto.

Al estilo de Sueño de amor eterno (Peter Ibbetson de Henry Hathaway, 1935), Eben y Jennie se encuentran media docena de veces y se van enamorando siempre como en un sueño. El largometraje se estructura entorno a esos seis encuentros en donde vemos como Jennie va creciendo paulatinamente. Selznick, en un principio, consideró la opción de contratar a varias profesionales para que dieran vida al personaje principal en sus sucesivas etapas, pero finalmente desechó la idea por el riesgo que corría al depender de tantas actrices para la película. Suponemos que también tomó esa decisión para ahorrar un dinero que luego empleó en presentar a su mujer tan maravillosa como de hecho sale en pantalla, siempre como envuelta en una aureola, apareciendo y desapareciendo de forma mágica.

Para el papel de Eben, Selznick se decidió por Joseph Cotten (se llevó un premio en Venecia por su trabajo en el filme) que actúa casi con el mismo registro que en El Tercer Hombre. Eben se comporta como perdido, esperando que aparezca Jennie en el momento menos pensado, en el parque, detrás de un árbol, o en el portal de su casa. El personaje deambula por la historia sin saber qué pensar acerca de su extraña relación con una persona que parece existir sólo en su imaginación.


William Dieterle, suponemos que atado por corto por Selznick, rueda el drama romántico con un tono expresionista ayudado por la excelente fotografía de Joseph H. August, técnico nominado por su trabajo al Oscar y tristemente desaparecido antes de finalizar el filme. No era la primera vez que Dieterle se enfrentaba a una película rodeada de niebla y claroscuros, o a una cinta fantástica: Fog over Frisco (1934) o El Hombre que vendió su alma (All that money can buy, 1941), respectivamente, son algunos ejemplos dentro de una filmografía repleta de muy buenos largometrajes.

Para resumir, sólo decir que Portrait of Jennie es el típico producto made in David O. Selznick: la cuidada adaptación de un novelón, con muy buenos decorados, excelsa fotografía, música envolvente (primero de Bernard Herrmann, despedido por Selznick, pero dejando en la cinta el tema que canta Jennifer Jones; y después, a cargo de Dimitri Tiomkin, plagiando, según sus compañeros, temas de Claude Debussy) y un excelente reparto, con dos grandes damas de la actuación acompañando a Cotten y Jones: Ethel Barrymore y Lillian Gish.

Y ahora vayamos, como siempre, a hacer un esbozo de análisis de una de las escenas de la película. Estamos en la segunda mitad de la cinta y asistimos a uno de los seis encuentros entre Eben y Jennie:



La secuencia dura ocho minutos aproximadamente y se divide en dos partes: el encuentro nocturno y el posterior paseo por la ciudad, y la escena que transcurre en la buhardilla de Eben.

En la primera parte, Eben pasea por el parque y, mientras se pregunta si es víctima de una especie de encantamiento que supera el paso del tiempo, aparece Jennie de entre las sombras, a contraluz de una farola. El efecto es mágico y, si bien la cinta ganó el Oscar a los mejores efectos especiales, el plano de  la silueta de Jennie acercándose en la oscuridad parece que se debe más a la habilidad del director de fotografía que a otra cosa.

Eben y Jennie hablan con la melancolía que preside toda la película, con cierta ambigüedad en los diálogos, aludiendo al tiempo y al paisaje con tristeza, a veces como si la otra persona no estuviera presente, como si estuviesen hablando en sueños. A continuación pasean de madrugada por una ciudad que duerme, vacía, muy adecuada para el entorno onírico de la secuencia. La presencia del puente al final de esta parte de la escena es muy simbólica: Jennie comenta que nada separará a los amantes, mientras el viaducto se convierte en una metáfora al representar el enlace entre los dos mundos, el real y el del más allá; la misma conexión que mantiene unidos a Eben y a Jennie.  

La segunda parte transcurre en el estudio del pintor. Eben da los últimos retoques al cuadro mientras Jennie posa envuelta en la niebla. Ella se mantiene en un estado intermedio entre un mundo y otro, como si estuvera a punto de desvanecerse. La fotografía de nuevo es perfecta para reflejar esa sensación de alucinación, de ensueño. En especial cuando Jennie se duerme. Dieterle cambia del plano medio al primer plano y vemos como a Jennie se le van cerrando los ojos mientras habla del futuro, del destino. Y aquí viene lo mejor de la secuencia: Jennie permanece inmóvil, como congelada. Parece que se haya quedado así para la eternidad, como quedará en el cuadro que Eben está pintando, rodeada de una luz que difumina su figura. Sencillamente fantástico.

Eben la despierta de una especie de trance. ¿Dónde estamos?, pregunta ella cuando el espacio y el tiempo no parecen tener importancia en una relación que traspasa ambas dimensiones. Después, se acercan al cuadro ya terminado — insistimos en lo que representa una pintura con respecto al tiempo: un retrato perdura más allá de la vida del que lo pintó y de su modelo— y a continuación contemplan otros dibujos del pintor; algunos no presagian nada bueno, como se verá más tarde (es el elemento de suspense que guarda la película hasta la conclusión y que no vamos a desvelar).

La secuencia finaliza de la misma forma que comenzó, con la mágica desaparición de la protagonista. Esta vez Dieterle se vale del pañuelo que Jennie lleva a lo largo de la película y que viene a demostrar que la presencia de la mujer en la vida de Eben no ha sido un sueño. Jennie se lo coloca delante para desvanecerse como un fantasma ante la cámara en otro efecto que se debe más al montaje y a la fotografía que a cualquier otra técnica. De nuevo, sensacional.

Espero que les haya gustado.

Ver Ficha de Jennie.



Y muy pronto... CENIZAS PARA UN BLUES.

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