sábado, 5 de noviembre de 2016

UNE VIE (Stéphane Brizé, 2016); TONI ERDMANN (Maren Ade, 2016)

La primera jornada del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2016 giró en torno a la mujer. Ayer pudimos asistir a dos cintas con ese tema como denominador común, aunque muy diferentes en el género, en la época (primera mitad del siglo XIX, la primera, y primeros compases del XXI, la segunda), y que además competían en distintas secciones:

UNE VIE

La película del director Stéphane Brizé —que se ve le ha gustado el festival pues es de los realizadores que repiten—, es un retrato de época tal como corresponde a la adaptación de la ópera prima de Guy de Maupassant. Pero, sobre todo, es la constatación de las dificultades por las que la mujer de cualquier estamento social (¡ojo! no sólo las de clase baja) debia pasar en aquellos años debido a los convencionalismos, a las tradiciones, a la religión y al machismo imperante. 


La película se narra bajo el punto de vista de Jeanne (Judith Jemla) y arranca en el momento en el que la joven de familia acaudalada sale del convento, donde se le enseña todo menos a transitar por la vida. Un matrimonio de conveniencia y una noche de bodas traumática no es nada más que el principio. Desengaños, infidelidades, traiciones, enfermedades y todo tipo de calamidades se aguantan peor desde el lado de la sufridora que desde la postura del que se va de cacería o del hijo que vive a costa de la madre. 

Si a eso se le une un reverendo que en vez de solucionar un problema lo que consigue, en nombre de Dios, es provocar el desastre, pues el dramón está servido. Lo que podría ser un melodrama estilo Orgullo y prejuicio se torna en tragedia cuando se le despoja de todo el glamour y se observa lo que se esconde detrás de una historia de amor y lujo. Así, la luminosidad de las lámparas de los bailes de salon se convierte en la luz mortecina de las velas de los largos días invernales; y los románticos duelos se transforman en asesinatos a sangre fría.


El director aborda la trama de forma lineal, pero episódica; digamos, y salvando las distancias, como haría Tarkovsky pero con estructura clásica. Con el maestro ruso coincide en los insertos a base de flashback de recuerdos felices, y con el ropaje telúrico de una película que transcurre en la campiña normanda. Las estaciones del año son utilizadas por el realizador de Une vie como compartimentos estancos donde guardar las secuencias del filme: la primavera y el verano coinciden con los instantes de felicidad; mientras que el otoño y el invierno sacuden el cuerpo y el alma de la protagonista que ve como su vida se deshace, al tiempo que el sonido del crepitar del fuego de una chimenea que ya no calienta se convierte a veces en la única banda sonora de la película.




TONI ERDMANN

Mientras Une vie competía en la sección Oficial, la segunda película que tuvimos la suerte de ver pertenece a la EFA, es decir a las cintas seleccionadas para los premios de la Academia Europea de Cine. Premiada en Cannes y propuesta por Alemania para los Óscar, este filme de la directora germana Maren Ade es una delicia para el espectador, a pesar de su larga duración:


¿Qué serías capaz de hacer para reconducir la vida de tu hija, cuando te sientes culpable de que viva de esa forma? Esa es la pregunta que la realizadora parece hacerse desde el comienzo de esta original tragicomedia que estamos seguros de que va a dar mucho que hablar en los próximos meses.

Maren Ade describe una familia desestructurada formada por un matrimonio divorciado donde él es un profesor de música cuya vida bohemia es un desastre. Winfried, que así se llama (interpretado por un magnifico Peter Simonischek) padece del corazón, se refugia en un perro moribundo y en su particular y extravagante sentido del humor. Por otro lado, Inés (Sandra Hüller, tan fría como adecuada para su papel) es la hija que vive en Bucarest. Ejecutiva agresiva y déspota con sus subordinados —de uno de ellos se aprovecha para vivir una falsa aventura basada en el sexo— no trabaja para vivir, sino todo lo contrario. 


La existencia de Inés transcurre en continuo estrés, sin importarle demasiado que su profesión consista en externalizar servicios para empresas, aunque eso signifique el despido de cientos de trabajadores. Cuando Winfried acude a ver a Inés por sorpresa se da cuenta de lo infeliz que es su hija. Entonces decide inventarse un personaje (Toni Erdmann) para intentar cambiar la vida de su hija.

Atractiva historia para una película donde la comedia y el drama se dan la mano para gestionar situaciones muy divertidas que van a tener consecuencias en la relación entre padre e hija y en las vidas de ambos. A Toni Erdmann le basta una peluca y unos dientes postizos para poner patas arriba la vida de su hija y la de la empresa donde ella trabaja. Todos se verán afectados por la presencia de un personaje que sólo pretende que la gente se tome un respiro, se mire al espejo y se haga la última gran pregunta que nos propone la directora: ¿merece la pena vivir así?




6 comentarios:

  1. Tras leer lo que has escrito, ya me ha picado el gusanillo. Quedo a la espera de poder verlas.

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    1. No te las pierdas, en especial la segunda, que supongo tendrá repercusión en carteleras y premios.

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  2. Yo empiezo el lunes, estoy fuera, y Toni Erdmann también la veré, he invitado a mis amigos, así que agradezco leerte y saber que está bien.

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    1. Tienes que verla, puede ser la sensación del festival, y del año. Así de claro.

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  3. Nos acabamos de enterar, hace unos minutos, de las candidaturas a los premios del cine europeo y Toni Erdmann tiene lo que se llama "Grand Slam" en los Óscar: Nominada a mejor película, directora, actor, actriz y guión. Casi nada...

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  4. Acaban de anunciar que "Toni Erdmann" ha ganado el galardón por el que competía: El premio del público". Me alegro. Merecidísimo.

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