domingo, 8 de noviembre de 2015

MUSTANG (Deniz Gamze Ergüven, 2015); AFTERTHOUGHT (Hayored Lema'ala de Elad Keidan, 2015)

Nos resistimos a abandonar la European Film Academy y ayer pudimos ver dos películas más de dicha sección (EFA), una israelí y otra turca, ambas en esa parte del mundo en permanente conflicto, en crisis política y social que, por supuesto, tiene su repercusión en la cultura; concretamente en el cine:

MUSTANG

El largometraje de la realizadora turca Deniz Gamze Ergüven se ha asociado por la organización del festival con otra directora, Sofia Coppola, y con su ópera prima Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999). Quizás el argumento la recuerde algo, por aquello de la educación rígida de unas adolescentes y sus trágicas consecuencias, pero no nos engañemos, la situación que viven las niñas en el mundo islámico, y sobre todo en aquellas ciudades cosmopolitas cercanas a occidente, en Turquía por ejemplo, es, lamentablemente, única.



Lo radical de una religión mal entendida que no evoluciona es la base de la denuncia de la cineasta. Además, el contraste entre dos culturas agrava el problema cuando las jóvenes protagonistas ven en sus amigos y amigas una vida completamente diferente a la suya: mucho más libre y tolerante, donde el amor inocente no deriva en escándalo sexual, y donde el drama de tener que casarse demasiado jóvenes con personas que no conocen de nada, sólo por conveniencia de sus mayores, es algo impensable.

La realizadora se vale para su crítica social de una música que acoge a las niñas con un manto trágico que anuncia el drama. Es una melodía tan adecuada como los escenarios elegidos: primero la playa abierta y el océano para las secuencias del arranque, cuando la libertad de las niñas es apenas una ilusión pasajera; y después, en contrapartida, el interior de la vivienda-cárcel, y un frondoso y descuidado jardín, cuando el encierro ya es un hecho.



La visión medieval musulmán de la educación femenina se denuncia con toda la firmeza posible en una cinta que compite este año por el prestigioso premio LUX de las cortes europeas. Igual que otros filmes de pasadas ediciones (de algunos ya dimos cuenta aquí: ShunLi and The Poet y Die Fremde) las instituciones comunitarias abogan por lo que se ha llamado acervo europeo, es decir, por una forma de vida que respeta la democracia y la libertad de las personas. Una de las iniciativas del parlamento es, precisamente, apoyar y premiar propuestas tan decididas y comprometidas como Mustang. Desde luego, mucho tendrán que cambiar países como Turquía que son aspirantes a pertenecer a la Union Europea, pero no son capaces de parar la sistemática violación de los más elementales derechos humanos.



AFTERTHOUGHT

El Monte Carmelo es la base donde se ha construido gran parte de la ciudad costera de Haifa. Sus barrios en capas, en altura, y los intrincados escalones que unen en interminables cuestas dichas calles, son el escenario de la buena película del cineasta judío, Elad Kaidan:























Uri y Moshen son dos vecinos de Haifa a los que les separa una generación, pero que tiene en común una frustrante vida laboral y una no menos complicada situación amorosa. Mientras el primero acaba de romper con su pareja, y quiere desertar del ejército para embarcarse en un mercante y dedicarse a escribir, el segundo comienza a salir de una depresión causada por su trabajo cuando sospecha que su mujer lo engaña. Uri baja el monte con dirección al puerto, a su libertad, al tiempo que Moshen lo sube para buscar el pendiente que acaba de perder su mujer. Ambos se cruzarán en el camino, se encontrarán en las largas escalinatas, como lo harán con otros personajes que irán definiendo poco a poco el carácter de los protagonistas.

Con la simbología de partida de la escalera, como si fuera el río de la vida -no sólo en el aspecto lineal sino también en las subidas y bajadas de ánimo-, el director israelí le da un repaso a la existencia humana amparándose en relaciones concretas entre personajes cuyas vidas se encuentran en permanente evolución. Lo hace sin dejar de lado la coyuntura de un país en guerra, y ofreciendo su visión particular de la ciudad que le vio nacer y de las personas que allí viven; la mayoría desencantadas.



Para ello, Kaidan gestiona, con buen criterio, todos y cada uno de los recursos audiovisuales disponibles. A destacar una música envolvente; una bella panorámica de la ciudad contrastada con planos detalles como el de un vaso de plástico que rueda sobre sí mismo en las escaleras mecánicas, como si fuera un zoótropo de museo; y unos bien construidos diálogos (“lo que sale de la boca nunca vuelve, como las palabras o los dientes”). Todo ayuda para remar en una u otra dirección. Para avanzar o retroceder, para subir o a bajar por la escalera de la vida.

Nos preocupa el pesimismo de la cinta, la no solución de un mundo que el director parece que quiere ver desde fuera. Da la impresión de que su punto de vista (el de los créditos, el uso continuo del teleobjetivo) es el de alguien que ha conseguido salir de allí, pero al que la nostalgia le pide echar un último vistazo. Una mirada que comparte con el público a través de su cámara. 


2 comentarios:

  1. Ethan,
    muy de acuerdo con tus reflexiones a raiz de Mustang,el cine también se puede convertir en un medio de compromiso social,un canal para denunciar la vulneración que en algunos paises se hace de algunos derechos fundamentales,en este caso,en relación a las mujeres.
    Un saludo

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    Respuestas
    1. Sí señora, da la impresión de que es un medio de expresión que se realimenta con los casos de denuncia; y a la vez gana en calidad con ellos.
      Saludos.

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