domingo, 5 de noviembre de 2017

JUPITER'S MOON; WESTERN

Segunda jornada en el festival de cine de Sevilla con resultado desigual en cuanto a las películas visionadas. Dos fueron las cintas, una húngara otra alemana, si atendemos a los directores porque en realidad son coproducciones de varios países, en un principio diferentes entre sí aunque formalmente no lo sean tanto. En efecto, ambos filmes utilizan el mismo recurso: acudir al género comercial ––sólo en apariencia–– para atraer al espectador y que caiga en la “trampa” de tomar conciencia de un problema social.

JUPITER’S MOON (Jupiter holdja, Kornél Mundruczó, 2017)

Hace tres años ya vimos de lo que era capaz de hacer el director húngaro Kornél Mundruczó con una trama de ciencia-ficción en sus manos. White God (2014) sacudió la mente de los espectadores cuando la vieron, en especial de aquellos sensibilizados acerca del maltrato animal. Con Jupiter’s Moon vuelve al mismo género aunque centrado en la vertiente de los superhéroes:



Aryan es un refugiado sirio que intenta entrar en la Unión Europea a través de Serbia. En Hungría es atrapado junto con su padre y otros compatriotas por la policía magyar. Los disparos de un agente en lugar de provocarle la muerte lo convierten en una especie de ángel que puede volar a su voluntad. Un médico del campamento de refugiados se hará cargo de él, pero no para protegerlo sino para explotar sus poderes con fines comerciales.


Como decíamos al principio, el realizador utiliza el pretendido género comercial para abordar una tragedia que en Hungría es especialmente cruda por el comportamiento del gobierno y de los ciudadanos. La idea es buena y consigue funcionar en los primeros compases. La secuencia de arranque es de un verismo atroz, con los inmigrantes huyendo entre los disparos. Enseguida el largometraje da un vuelco, justo cuando Aryan comienza a levitar. A partir de aquí podríamos encuadrar la trama dentro de un realismo mágico más que de ciencia-ficción, porque no nos engañemos, esto no es una película de la Marvel, es una denuncia de un conflicto que nos atañe a todos.

Sin embargo, a medida que avanza el largometraje, la historia se pierde entre misticismos, corrupción, efectos especiales, y otras cuestiones, perdiendo el interés igual que Aryan pierde la gravedad. La metáfora de que el inmigrante sirio sobrevuela en las conciencias de la gente pierde sentido y la cinta comienza a aburrir cuando se convierte en una persecución convencional, eso sí muy bien llevada desde el aspecto técnico.




 WESTERN (Valeska Grisebach, 2017)

Tras once años sin saber de la directora alemana Valeska Grisebach (estaba previsto que acudiera al festival para hablarnos de su película, pero se excusó por problemas de salud) la realizadora presenta esta buena película a la sección Oficial:


Meinhard (Meinhard Neumann, actor sobrio y fibroso, ideal para el papel) es un antiguo legionario, ahora conductor de maquinaria pesada en la construcción de infraestructuras, que junto a sus compañeros trabaja en tierra búlgara. La falta de agua y de grava suspende la actividad de la compañía que se ve obligada a tratar con los ciudadanos del cercano pueblo. Mientras tanto, Meinhard logra integrarse en la comunidad extranjera e incluso se ofrece para ayudarles en su lucha contra el empresario que los explota en una cantera.

Un forastero a caballo, la lucha contra el cacique, una partida de póker… Sí, la estructura, o al menos los elementos del guión, parecen tener que ver con el género norteamericano por excelencia. Hasta el título nos avisa de que esto es así. De nuevo nos encontramos con una argucia, en este caso de la directora nacida en Bremen, para introducirnos en el eterno problema europeo: los odios entre etnias, entre pueblos; las viejas heridas que lejos de cicatrizar se renuevan y se transmiten de generación en generación.


Meinhard es alemán y da la impresión de que ha conseguido congeniar con los búlgaros del pueblo en el que trabaja. Y no es que haya superado la enorme brecha que separa ambos pueblos desde la ocupación germana (y eso que eran aliados en la Segunda Guerra Mundial), sino que parece haberse acercado desde su posición dominante en Europa Central como potencia económica a uno de los países más pobres ––verdadera razón de la enemistad entre pueblos, parece decir la directora––. En cualquier caso, Meinhard se ha ganado su confianza, e incluso le han dejado un caballo…

¿Es todo una ilusión? Desde luego, el resto de compañeros no sienten lo mismo, y el jefe de Meinhard es especialmente beligerante. ¿Los búlgaros lo admiten en su comunidad como él piensa, sobre todo desde que ha establecido una relación sentimental con una mujer del pueblo? El espectador sacará sus propias conclusiones en la resolución de este peculiar “western”, tan realista en la forma como certero en su planteamiento y pesimista en la conclusión.   




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