viernes, 21 de enero de 2011

MACAO (Josef Von Sternberg, 1952)

Conocida en nuestro país como Una aventurera en Macao, se trata de una de las últimas películas de Josef Von Sternberg, el creador de ese mito llamado Marlene Dietrich. Lejos ya de su colaboración con la estrella, Von Sternberg realizó pocos largometrajes y siempre con la sombra de la diva en ellos; su otro yo, como él afirmó en más de una ocasión.



Macao fue un encargo del magnate Howard Hughes para el que Von Sternberg ya realizó algún largometraje anterior, siempre con el mismo resultado: la intromisión de Hughes en el rodaje. El multimillonario, además de poner el dinero, incluyó a Jane Russell en la película. La actriz, que ya nació a la moda, con un cuerpo espectacular al que le sobraban las hombreras en los vestidos, fue descubierta por Hughes y lanzada al estrellato con aquel extraño western titulado El Forajido, donde Jane Russell enseñaba algo más de lo permitido por la censura.

Realmente, Macao es una excusa para que Jane Russell se luzca en un film noire. Por eso la historia es lo de menos: una especie de jefe mafioso (Brad Dexter) actúa impunemente en Macao, lejos de las leyes occidentales. El asesinato del agente americano que venía a detenerle provoca el envío a la isla de otro policía. En el mismo barco llegan un aventurero de oscuro pasado (Robert Mitchum), una cantante de cabaret (Jane Russell) y un comerciante sin escrúpulos (William Bendix). Uno de ellos es el encargado de acabar con el sindicato del crimen.

La cinta tiene el envoltorio de las mejores películas del género, pero ya hemos dicho que le falta una trama solvente. Con Mitchum, con dos damas tan “negras” como Jane Russell y Gloria Grahame, y con un entorno exótico al estilo de Casablanca o Tener y no Tener, Hughes pensó que el éxito estaba asegurado. Y si incluía en la nómina a Von Sternberg, un director con pasado de claroscuros y dominio de los entornos orientales, con más razón. Sin embargo, Hughes no tuvo en cuenta la fuerte personalidad del cineasta austríaco, su exagerada estilización y su permanente búsqueda de Marlene.

Sí, faltaba Marlene. A cambio, Sternberg disponía de Jane Russell, una actriz que dinamitaba el mito de la Dietrich; en el sentido literal de la expresión dada la presencia explosiva de la protegida de Hughes. Así, las canciones de Jane Russell se distanciaban de las actuaciones sofisticadas de Marlene, y se situaban más cerca del número "A Little Girl from Little Rock" en Los Caballeros las prefieren Rubias (Gentleman Prefer Blondes de Howard Hawks, 1953), película que rodaría al año siguiente.
Los continuos enfrentamientos entre productor y director, más una enfermedad sufrida por Von Sternberg, provocaron que fuera Nicholas Ray el que finalmente terminara la cinta. A pesar de todos estos inconvenientes, y si no nos fijamos mucho en el fondo, el resultado final se puede considerar aceptable. En parte, gracias a los buenos diálogos que consiguen achicar las fugas de una historia que hace aguas por todas partes. Pero, sobre todo, por las cestas del casino, que suben con joyas y bajan con dinero, aunque no formen parte de la increíble atmósfera de El Embrujo de Shanghai (The Shanghai Gesture, 1941); por un descarado cambio de medias en la cubierta de un barco; por las tomas a través de las redes de pesca en un muelle abarrotado; o por las sombras de alguna que otra persecución entre callejones oscuros recreados en el estudio. Son detalles, pocas escenas, alguna secuencia, que nos recuerdan mejores tiempos del gran Josef Von Sternberg.


Ver Ficha de Macao.



sábado, 15 de enero de 2011

COLABORACIÓN: JOSEPH LOSEY (Joaquín Vallet)



Editorial: Cátedra, Madrid
Colección: Signo e Imagen / Cineastas
ISBN: 9788437626819
Año edición: 2010
327 páginas.
Género: ensayo sobre cine

Joaquín Vallet (Cullera, Valencia, 1978) es el autor de este estudio –el primero que se realiza en castellano- sobre el cineasta norteamericano Joseph Losey. Joseph Losey, nace en La Crosse (Wisconsin, EEUU) en el año 1909. Ya desde joven muestra una gran inclinación artística por el teatro, afición que dejará una profunda huella en sus trabajos cinematográficos. Tras unos primeros pasos en la dirección de obras teatrales en Nueva York, llevando a la escena textos tan representativos como "Galileo" de Bertolt Brecht, Losey se traslada a Hollywood donde tiene la oportunidad de dirigir su primer filme en 1948, El muchacho de los cabellos verdes. Durante los años 50, realiza varios trabajos prometedores dentro del género de cine policíaco y de thriller. Sin embargo, en plena Guerra Fría, su militancia izquierdista (había viajado en los años 30 a la URSS para conocer de primera mano los métodos soviéticos de arte y propaganda y en los años 40 ingresa en el Partido Comunista), así como su empeño en dejarla reflejada dicha condición en sus filmes, le lleva a ser investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas.

Losey emigra a Europa en 1952 y ya no regresará a EEUU. En el Viejo Continente desarrolla una abultada producción, casi una película al año, a veces, dos. A esta etapa pertenecen películas muy famosas en su momento como El sirviente (1963), Accidente (1967), El mensajero (1971), El asesinato de Trosky (1972), El otro señor Klein (1976) o la adaptación al cine de la ópera de Mozart Don Giovanni (1979). Muere en Londres en 1984. Para la solidez narrativa y visual demostrada, así como por el notable volumen, de su obra cinematográfica, no es el cineasta norteamericano Joseph Losey autor muy conocido entre el público, más allá del selecto grupo de cinéfilos y estudiosos del séptimo arte. Sus películas no se reponen con frecuencia en cines ni en televisión y la producción editorial y crítica de su cine tampoco rebosa de títulos. Este hecho queda todavía patente si lo comparamos con otros autores de su generación, por ejemplo, Nicholas Ray, nacido dos años antes que Losey y oriundos ambos del mismo Estado norteamericano.

A fin de cubrir estas carencias, al menos por lo que respecta al segundo apartado, la editorial Cátedra acaba de publicar un completo ensayo sobre Losey a cargo del crítico de cine Joaquín Vallet (Cullera, Valencia, 1978), subrayando la circunstancia de que se trata del primer libro editado en castellano consagrado a este director de cine.
“Autor” de cabecera y “de culto” para los aficionados a los cine-clubs durante los años sesenta y setenta, Losey pertenece, sin reservas, al grupo de cineastas de Arte y Ensayo, al de los cineastas “con mensaje”, realizadores de “cine intelectual”; y aun más de “cine comprometido”, unas tendencias muy celebrado en aquellas dos décadas prodigiosas. Tal vez sea ésta uno de las principales causas de que sus películas hayan “envejecido” mal y que vistas hoy resulten en exceso pretenciosas y aleccionadoras.

El libro de Vallet, siguiendo el formato de la Colección Signo e Imagen / Cineastas de Cátedra, se estructura en dos grandes bloques: el primero, dedicado a la biografía del autor y a ponderar el conjunto de la producción cinematográfica de Losey; y el segundo, a reseñar y comentar la totalidad de su filmografía. Se ofrece, asimismo, un anexo informativo sobre la edición discográfica de las películas del autor, así como la edición de las mismas en DVD y una preceptiva bibliografía general sobre el cineasta y su obra.


Ariodante

martes, 11 de enero de 2011

EL GLOBO BLANCO (Badkonake Sefid de Jafar Panahi, 1995)

Tras la vuelta de las vacaciones no queremos dejar de mencionar la injusticia que vive desde hace un año uno de nuestros directores favoritos. Hace unos meses dábamos aquí la triste noticia del encarcelamiento de Jafar Panahi. Nos apena tener que ampliar la información con la sentencia que se dictó contra él, justo antes de irnos de vacaciones: seis años de cárcel (ojo, en una prisión iraní, que hay prisiones y prisiones) y la prohibición de ¡veinte años sin hacer una película ni salir al extranjero!

Nosotros seguimos sin poder hacer nada contra esta barbaridad. Nos queda el mínimo recurso de continuar hablando de su cine. Esta vez acudimos a su ópera prima, la excelente El Globo Blanco. Una cinta muy premiada (en Cannes, por ejemplo) que se basa en un guión suyo y de su maestro el gran Abbas Kiarostami.



Anterior a la otra maravilla que es El Espejo, la película guarda muchos puntos en común con ella. Entre otros la sencilla trama de itinerario y la protagonista: Razieh es una niña cuyo máximo deseo es comprar un pez de colores para celebrar el año nuevo. Después de mucho insistir consigue que su madre le de dinero para adquirirlo. De camino hacia la tienda el billete se cae a una alcantarilla y Razieh ve como todo su mundo se desmorona: ni puede conseguir el pez ni puede llevar el dinero de vuelta a su casa (la madre le dio un billete de 500, cuando el pez solo costaba 100).

Panahi rueda en tiempo real (una voz en off va contando los minutos que faltan para el año nuevo) y hace desfilar varios personajes, como es habitual en su cine, que intentarán ayudar a la niña. Una anciana, un sastre, un soldado y un vendedor ambulante de globos. También acudirá en su auxilio su hermano mayor Alí. El realizador utiliza el realismo y el suspense cuando presenta los distintos caracteres sin anunciar las verdaderas intenciones de cada uno. El espectador asiste inquieto al drama temiendo que se aprovechen de la pequeña, como parece que sucede en el primer encuentro de Razieh con unos domadores de serpientes.


Los diálogos de la niña (sorprendente la pequeña actriz Aida, hermana mayor de Mina, a la sazón protagonista de la tan citada El Espejo, con la que guarda un parecido asombroso) y sus enormes ojos presiden la cinta que se vuelve cada vez más inquietante. Solo la sonrisa esporádica de Aida proporciona algún momento de relax y se convierte en una especie de premio para el espectador por aguantar tanta tensión.

De las distintas secuencias destaca el encuentro con el soldado. Una escena con introducción (el recelo de la niña que no quiere hablar con un extraño), desarrollo (la historia del militar que ella escucha atentamente) y conclusión (la emotiva despedida). Quizás una metáfora que se convierte en un deseo: el de que una nueva generación de mujeres sea mejor tratada por el gobierno opresor.

Estas sutilezas de Panahi son las causantes de su encarcelamiento. Sin embargo, el filme no puede ser más inocente. A menos que consideremos la primera escena como una denuncia (un plano secuencia muy bien rodado donde el realizador fotografía un jeep del ejército que se acerca a una multitud y luego, sin cortar el plano, sigue con la cámara en panorámica hasta pararse en el rostro de una mujer preocupada); y el deseo de la niña por conseguir su pez de colores, como una representación de la legítima aspiración de libertad por el pueblo iraní. Libertad que ahora pedimos desde aquí, para uno de sus ciudadanos más ejemplares: Jafar Panahi.

Ver Ficha de El Globo Blanco.


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