jueves, 24 de octubre de 2013

GRAVITY (Alfonso Cuarón, 2013)

Medio ganado nos tenía Gravity después de leer alguna brillante reseña y tras saber que el director era el mismo que el de una de nuestras películas preferidas del siglo XXI: Y tu mamá también. Así que, predispuestos a ver algo diferente y de calidad, pero eso sí evitando el 3D que nos provoca dolor de cabeza, acudimos a la sala de cine; y lo que vimos nos gustó.

 

Antes de entrar en materia nos atrevemos a comparar estas dos películas tan diferentes para descubrir que en ambas se narran sendos viajes dobles, el de la protagonista, allí Maribel Verdú, aquí Sandra Bullock, hacía una playa paradisíaca o hacía una estación espacial, respectivamente; y el de su interior para encontrarse a sí misma (aspecto, éste, mucho mejor llevado por el primer largometraje que por el segundo). Claro que aquí se acaban las similitudes, acaban porque Cuarón, en esta ocasión, se ha embarcado en un megaproyecto USA, en una película de género con algunas referencias a lo mejor que se ha hecho en la ciencia-ficción.

En efecto, tanto el arranque (pausado y espectacular) como algunos planos (la posición fetal de Bullock, la persecución en el radar de la estación china, el final, etc.) son guiños a 2001:Una odisea del espacio —más bien toda la película es un parpadeo continuo a la obra maestra de Kubrick, lo que ya le da cierta calidad y empaque—, pero es que también son evidentes los puntos en común con Apolo XIII —¿la única película buena de Ron Howard?—, hasta la voz del director de la operación en Huston (“tenemos un problema”) es la misma, la de Ed Harris. Y todo eso sin olvidarnos que de nuevo sufrimos con una heroína en camiseta caqui intentando sobrevivir: si bien ahora no es un Alien quien la acosa, si no la propia estupidez humana que ha provocado una avalancha de residuos espaciales más peligrosos aún que la bestia que perseguía a Ripley.

 

Apoyos en cintas del género, bien utilizados por Cuarón, para un filme que… ¿es en realidad una película de ciencia-ficción? No exactamente, cuando la situación que plantea se puede dar en la realidad (el llamado síndrome de Kessler, una teoría del científico de la NASA que predijo que todo esto puede suceder) y cuando la ambientación científica es la actual; o casi, si no tenemos en cuenta alguna licencia de Cuarón cuando supone que la estación espacial china ya está concluida, cosa que no sucederá hasta 2022 (hoy en día sólo se compone de un módulo).

La intertextualidad y el contexto no son lo único atractivo del largometraje, también lo es la utilización de los personajes para propósitos arriesgados, con Cuarón emulando al osado de Hitchcock en Psicosis; o para sorpresas oníricas muy bien narradas por el realizador y llevadas a cabo con efectividad por George Clooney (lo mejor de la película).

 

Del apartado técnico sólo decir que por una vez los efectos especiales están justificados; todos. No nos sobran como en la mayoría de las propuestas comerciales que inundan la pantalla. Son tan necesarios, tan protagonistas como lo eran en 2001. La banda sonora también destaca cuando ruidos y silencios acentúan el suspense y la tensión, o acompañan a la contemplación de muy bellas imágenes de la Tierra.
 
Sin un guión al uso, simplemente una aventura de superación, pero con un equipaje tan atractivo como el descrito, parte Cuarón para ofrecer un simulador espacial al espectador que asiste a la proyección con ciertas dificultades para respirar y con ansias de pisar suelo firme, anhelando sentir la gravedad para pesar, ¡pesar! Y es que nadie deseó tanto sentir sus kilos como la protagonista de esta odisea donde las lágrimas son pequeñas esferas de agua que flotan en la pantalla.




Ver Ficha de Gravity








viernes, 11 de octubre de 2013

MANDO SINIESTRO (Dark Command de Raoul Walsh, 1940)


Con la perspectiva que da la historia del cine, a la hora de abordar una película determinada, hay veces en las que uno se sorprende cuando descubre encrucijadas, lugares comunes, encuentros entre los profesionales que participaron en ellas; inicios de posteriores colaboraciones o verdaderos puntos de inflexión en las carreras de actores, directores, escritores o técnicos. La cinta de hoy es uno de tantos ejemplos.

 

Vayamos primero a un rápido comentario de la cinta para después adentrarnos en las relaciones entre aquellos que trabajaron en este filme de la Republic:

Dark Command podríamos describirlo como un western pseudo-histórico ya que relata los sucesos acaecidos en Kansas, en la guerra de Secesión, centrados en la figura de Cantrell (Walter Pidgeon) un cacique que se transforma en el jefe de una banda de delincuentes que siembran el terror al amparo de la guerra civil. El argumento se basa en los hechos reales acaecidos en la región cuando unos confederados comandados por Quantrill (evidente el parecido del nombre) aprovecharon el conflicto bélico para saquear, robar y matar a civiles de ambos bandos. Las andanzas de Quantrill fueron cortadas de raíz —igual que su cabeza— cuando el ejército de la Unión acabó con su banda en una emboscada. En la cinta, sin embargo, la lucha contra Cantrell se distorsiona convenientemente para que la protagonice John Wayne y para que haya un triángulo amoroso entre los dos contendientes y la bella Claire Trevor.

A pesar del poco adecuado papel de villano para un "bonachón" como Walter Pidgeon, la película posee el vigor narrativo de las mejores cintas de Walsh, destacando en especial el final apocalíptico, con el incendio de toda una ciudad, y la relación entre Cantrell y su madre. Aunque diferente, dicho vínculo se encuentra muy en la línea de los personajes malvados y atormentados, e incluso psicópatas de Walsh. Piénsese en el final de Al rojo vivo (White Heat, 1949) con referencias a la madre y con un incendio de proporciones parecidas y del mismo significado infernal.

 
Y ahora los lugares comunes: Dark Command fue la primera producción en la que el aún poco asentado Raoul Walsh (flamante fichaje de la Warner, pero con un pie en la Republic para hacer este filme) se encontró con una obra de William R. Burnett. Ya sabemos que al año siguiente rodaría High Sierra, con todo lo que eso significaría en su carrera y en la de Humphrey Bogart (algo que ya comentamos de pasada en un post anterior). Por otro lado, Mando Siniestro fue el segundo trabajo del director con John Wayne, una estrella emergente por entonces después de su éxito en La Diligencia (Stagecoach de John Ford, 1939). Walsh, sin embargo, presumía de haber sido él el que descubrió al actor cuando en 1930 lo eligió como protagonista del western épico, La gran jornada (The Big Trail); si es cierto que Wayne lideró aquella producción de Walsh no lo es menos que ya no hiciera gran cosa hasta La Diligencia.

Con respecto a Wayne, decir que con Mando Siniestro nos remontamos a la época en la que intentaba dar el salto definitivo en su carrera de actor para pasar de ser protagonista de westerns de bajo presupuesto a ser considerado por las majors para largometrajes más serios. Hasta entonces, “el Duque” se había especializado en producciones destinadas a las sesiones dobles, antecedentes de los telefilmes que luego triunfarían en la pequeña pantalla, y tan apartados como ellos del cine de calidad que se hacía en Hollywood. De hecho, la cinta que nos atañe se emparenta con aquellos seriales por la presencia en el reparto de una de sus más famosas estrellas: Roy Rogers. Otro caballista como Wayne que además cantaba y protagonizaba tiras cómicas, novelas y todo tipo de productos para la chiquillería.

 
Y, por último, una referencia a Claire Trevor, para nosotros la mejor compañera de reparto de John Wayne (junto a Maureen O’Hara). La actriz venía de brillar con él en la tan citada La Diligencia. Suponemos que su presencia, la de los dos, en la película de Walsh era un querer aprovechar el tirón de la pareja, no sólo por el western de Ford sino también por el de William A. Seiter de ese mismo año: Allegheny Uprising.

Nominada al Óscar a la mejor dirección artística en blanco y negro (John Victor Mackay) y a la mejor música (Victor Young), Dark Command es una cinta a recuperar, si se quiere un filme menor en la extensa carrera de Raoul Walsh, pero no por ello menos recomendable para visionar hoy en día.


Ver Ficha de Mando Siniestro.



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