miércoles, 29 de abril de 2009

COLABORACIÓN: Ricas y famosas (Rich and Famous, George Cukor, 1981)


En 1.981, dos años antes de su fallecimiento, el maestro George Cukor se pone por última vez detrás de la cámara para rodar esta bonita historia de amistad entre mujeres que puede considerarse su verdadero testamento cinematográfico. Ricas y famosas no sólo supone un más que digno colofón a una impecable trayectoria, más de cinco décadas dedicadas al cine que incluyen un buen puñado de éxitos y al menos media docena de incontestables obras maestras, sino también el mejor de los legados posibles que pudo dejar a la posteridad su autor. El tópico apunta a Cukor como un director eminentemente de actrices, y como el cineasta que quizá mejor ha sabido a lo largo de la historia de Hollywood acercarse al universo de la mujer y mejor ha sabido plasmar en pantalla la esencia del alma y el carácter femeninos. Todos podemos recordar numerosos y maravillosos ejemplos al respecto, desde la deliciosa adaptación del clásico Mujercitas de Louise May Alcott a ese otro amargo retrato de la decadencia y el fracaso con nombre y rostro de mujer – y qué mujer, Judy Garland- llamado Ha nacido una estrella. Por no hablar, claro, de títulos tan elocuentes como The women o Confidencias de mujer. Con semejantes antecedente era evidente que el último trabajo de Mr Cukor habría de ser también su último homenaje hacia el mal llamado sexo débil.
Ricas y famosas adapta una pieza teatral del británico John Van Drutten, autor de Soy una cámara, el texto que a su vez inspira también la famosa Cabaret de Bob Fosse. La obra ya había sido llevada a la gran pantalla con anterioridad en la década de los cuarenta por el director Vincent Sherman bajo el título de Vieja amistad y con nada menos que Bette Davis y Miriam Hopkins dando vida a la pareja protagonista. En este caso Cukor nos propone un recorrido por veinte años en la vida de dos mujeres, dos amigas inseparables de la infancia y la adolescencia a las que el destino se encarga finalmente de distanciar e incluso enfrentar. La de Lizz y Merry, las protagonistas de nuestra película será una amistad que sobrevivirá al tiempo y a sus inclemencias, inevitables obstáculos tales como los celos o la envidia que lejos de distorsionar una relación terminan enriqueciéndola. Alguien dijo alguna vez que ésta, la amistad, era como un jardín cuyas flores había que cuidar y regar a diario; supongo que en esos cuidados irá incluida la lucha contra el pulgón y las demás plagas que amenazan permanentemente con destruir la cosecha e impiden que ésta crezca fuerte y sana. Por si no lo teníamos suficientemente claro, la película nos viene a recordar que una amistad sin baches ni desencuentros que superar no es una amistad.
Cukor arranca la película con un pequeño flasback que no sólo sirve para presentarnos a sus dos protagonistas, Lizz y Merry, sino también para anticipar algunas de las claves de lo que será su posterior evolución y distanciamiento. La escena nos retrotrae a una fría y nevada noche de invierno de 1.959 en una solitaria estación de tren. Merry abandona el colegio para casarse con su novio, que también lo fue antes de Lizz, e instalarse en California y las dos amigas se despiden con la promesa de volver a verse pronto. Tendrán que pasar sin embargo algunos años para que se produzca el ansiado reencuentro y para que las dos mujeres descubran que poco o nada tienen que ver con las dos jovencitas que se dijeron adiós en el andén aquella noche. Liz ha llegado a ser una prestigiosa escritora que ha logrado introducirse en los circulos literarios e intelectuales más selectos de Nueva York; es una mujer madura, indepediente y bien considerada por su entorno. Bajo esta coraza se oculta, no obstante una tremenda fragilidad que se manifiesta especialmente en sus relaciones con los hombres. Por su parte a Merryl la vemos convertida en un ama de casa aconstumbrada gracias al trabajo de su marido a tratar con la flor y nata de la sociedad californiana. A pesar de un carácter algo ingenuo, Merryl demuestra grandes dosis de sensatez y sentido comun a la hora de enfrentarse a situaciones delicadas que quizá al final resultarán claves para mantener a flote la relación con su amiga. Una noche, y con Lizz sumida en una de esas fases de bloqueo que le impiden avanzar en la redacción de una nueva novela, su amiga le anuncia que ha dedicido seguir sus pasos en el mundo de la literatura y le da a leer un manuscrito que ella mismo ha escrito con la intención de que le ayude a publicarlo. La obra resulta ser un inesperado best seller que catapulta a su autora a la fama y la convierte en millonaria. Llega entonces la hora de ajustar cuentas y de que caigan las máscaras. Lizz, que ya vio una vez cómo le arrebataban en sus narices al gran amor de su vida, no soporta que ahora el intrusismo profesional de su amiga le robe la gloria que ella creía le pertenecía en exclusiva. En los años siguientes se suceden los encuentros y desencuentros, las puñaladas por la espalda y las reconciliaciones. El duelo final tiene lugar por fin en la lujosa suite de un hotel en la que las dos amigas acaban poco menos que sacándose los ojos, tirándose los trastos a la cabeza y echándose en cara sus propias frustraciones. Porque si de algo nos habla también Ricas y famosas es de cómo el tiempo termina engullendo nuestros viejos sueños e ilusiones de juventud y de cómo los años acaban reduciendo a la nada los principios que un día creímos inquebrantables. Sabemos que ninguno de los fantásticos proyectos que planean Lizz y Merryl en esa memorable reconciliación final al calor del fuego en la pequeña cabaña de Connecticut – la nieve que separó a las dos amigas al principio las vuelve a reunir para siempre al final- se hará realidad. Al menos, ellas al final consiguen mantener viva la llama de su amistad haciendo acopio de su complicidad, ese rasgo distintivo de las relaciones femenimas que muchos tanto añoramos en las masculinas.
De todo lo dicho anteriormente se deduce con facilidad que la gran baza con la que juega Cukor en este film es el formidable duelo interpretativo entre sus dos principales protagonistas. El director sabe sacar todo el jugo a las actuaciones de Jacqueline Bisett y Candice Bergen, dos grandes y bellísimas actrices que quizá en su época no gozaron de todo el reconocimiento que merecían. Aquí ambas están sublimes y una y otra nos regalan el papel de su vida. No era fácil superar el listón que habían dejado Bette Davis y Miriam Hopkins, protagonistas de la adaptación original frente a la cual el de Cukor aparece en opinión de muchoscomo un film fallido. No he tenido oportunidad de ver Vieja amistad y por tanto no puedo juzgar ni sobre el film ni sobre la actuación – supongo que notable- de la Davis y la Hopkins que por cierto al final del rodaje acabaron llevándose tan mal como los personajes que interpretaban en la ficción. Lo cierto es que tanto la película de Sherman como la de Cukor son hijas de su tiempo y ambas se desarollan cronológicamente en la época en la que son rodadas. En este sentido Cukor juega con ventaja pues su film nos narra un período muy interesante en lo que se refiere la evolución individual de la mujer especialmente en lo concerniente a la consecución de derechos y libertades. Además de ofrececernos un recorrido por la historia de dos mujeres, su película nos permite la posibilidad de contemplar todo el fenómeno de gestación y consolidación de la revolución sexual femenina que , al menos en la sociedad norteamericana, tiene lugar a mediados del siglo pasado. Cukor rueda esta película con su particular estilo elegante y sofisticado – en este punto no podemos olvidar la delicada y hermosa partitura original de Jacques Deleure, habitual compositor de Truffaut, que la adorna de principio a fin. Al mismo tiempo , y a sus 82 años el maestro se puede por fin dar el gusto de tratar con valentía temas y situaciones que le habían sido vedadas en su etapa más clásica. Supongo que Cukor moriría con la tranquilidad de saber que había llegado a tiempo de rodar la historia que siempre quiso contarnos.

jueves, 23 de abril de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 24 al 30 de abril de 2009)

Antes de presentar la tabla de películas recomendadas para la semana entrante un par de precisiones: no hemos podido informar convenientemente de las películas del ciclo de Pedro Almodóvar, en Castilla-La Mancha TV, debido a que la cadena de televisión no las anuncia con la suficiente antelación (los jueves aún no sabemos la película que van a emitir el martes siguiente), por tanto los interesados tendrán que estar atentos a la programación del canal. Y el segundo aviso: el jueves que viene volveremos a saltarnos la sección por motivos festivos. Sin más noticias pasamos a presentar las cintas más interesantes que nos ofrece el panorama televisivo. Entre ellas destacamos tres cintas de nuestro género favorito, el cine negro: Los Sobornados, El Cartero siempre llama dos veces y El extraño; y un par de filmes del maestro del suspense, además de la obra maestra de Ridley Scott y de algunos largometrajes destacables de nuestro cine contemporáneo.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Blanco Humano (Hard Target de John Woo, 1993). Jean-Claude Van Damme, Lance Henriksen. (TVE 1, viernes 24 a las 23:00)

Película de acción que significa el debut en Estados Unidos del realizador nacido en Hong Kong, John Woo; todo un especialista en este tipo de filmes. El interés de la cinta radica en que es un remake de El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932, de Ernst Schoedsack, uno de los creadores de King Kong) pero situado en la época actual. El resultado es bastante mejor que las habituales películas de Van Damme, debido a la trama basada en las cacerías humanas al igual que la cinta original; aunque se echa de menos la estética gótica de la película de la Universal, y a Joel Mccrea, y a Fay Wray y...



Charada (Charade de Stanley Donen, 1963). Cary Grant, Audrey Hepburn. (TPA, domingo 26 a las 00:30)

Con unos créditos fantásticos y una música de Henry Mancini inolvidable, comienza esta película, una de las mejores no musicales de Donen. El guión es exquisito; y el guiño continuo a Hitchcock evidente. Stanley Donen le da la vuelta al personaje de Cary Grant en Con la muerte en los talones (North by Northwest de Alfred Hitchcock, 1956) y sitúa a Audrey Hepburn en la mira de los “malos” (Matthau, Coburn, Kennedy, impresionante elenco de secundarios) y en la simpatía y admiración del espectador, que se enamora de ella si no lo estaba ya antes. El director repetirá proyecto años más tarde con otra película parecida, pero sensiblemente inferior: Arabesco (Arabesque, 1966).



El Ídolo Caído (The Fallen Idol de Carol Reed, 1948). Ralph Richardson, Michele Morgan, Bobby Henrey. (Canal 300, domingo 26 a las 03:55 y lunes 27 a las 05:25)

Segunda película de la importantísima trilogía de Carol Reed, uno de los mejores directores británicos de todos los tiempos. Tras Larga es la Noche (Odd Man Out, 1947), y como precedente de El Tercer Hombre (The Third Man, 1949), se sitúa este policíaco personal donde el hijo de un embajador en Londres cree haber sido testigo de un asesinato a cargo del hombre que más admira.

Escrito por Graham Green (que luego seguirá colaborando con Reed en la última película de la serie), el relato es todo un ejemplo de suspense mantenido y de virtuosismo técnico a cargo del director. Ambos, Reed y Green, fueron nominados con toda justicia para el oscar por sus respectivos trabajos.

El realizador demuestra (ya lo hizo antes con Larga es la noche) que los planos tenebrosos y barrocos de El Tercer Hombre no tienen porqué ser responsabilidad de Orson Welles, como tanto se ha dicho. En efecto, en The Fallen Idol, la cámara de Carol Reed cobra vida propia. Sigue a los personajes desde todos los ángulos posibles -y los imposibles- y contribuye a que el realizador se doctore en una especialidad: El Punto de Vista. Todo aquel que quiera dedicarse al cine debería revisar esta cinta para aprender como tratar un guión y manejar un objetivo, sin perder la referencia del sujeto principal; en este caso un niño. El genial director declara su intención desde el principio; justo después de los créditos nos ofrece un encuadre con un primer plano donde resalta la mirada del protagonista a través de los barrotes de una barandilla. Con este arranque además introduce a otro personaje: la escalera principal de la Embajada, una de las protagonistas de este excelente filme.

A la habilidad con la cámara, y a la magnífica interpretación del libro técnico, hay que añadir en el haber de Reed su trabajo con los actores. El realizador extrae lo mejor de Ralph Richardson para ofrecer al público un personaje inolvidable: el mayordomo de la Embajada. Sin embargo, no lo tuvo tan fácil con el protagonista. Y es que el pequeño Bobby Henrey era un niño muy difícil de manejar en el plató. El cineasta tuvo que recurrir a infinidad de trucos para que el joven actor dejara de fijarse en los técnicos del equipo de rodaje. Con paciencia –y con el trabajo posterior en la sala de montaje- se logró finalmente lo deseado: una brillante película, que vista hoy en día, conserva toda la fuerza visual que le otorga la innovadora forma de narrar de Sir Carol Reed.

jueves, 16 de abril de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 17 al 23 de abril de 2009)

…Y sólo queda una semana para La Feria; que no es para hacer rabiar a dexter, todo lo contrario, seguro que se alegrará al ver en la habitual tabla de recomendaciones su querida Diarios de Motocicleta. Pero también hay otras películas interesantes: como los westerns personales de Lawrence Kasdan, Sergio Leone, Robert Aldrich o Raoul Walsh; y los grandes filmes clásicos de Howard Hawks, William Wyler, Leo McCarey y Alfred Hitchcock; además de algunas joyas que harán las delicias del espectador cinéfilo.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Me enamoré de una bruja (Bell, Book and Candle de Richard Quine, 1958). James Stewart, Kim Novak. (TV3, viernes 17 a las 18:25)

Divertida comedia de Richard Quine, que no pretende la carcajada, pero consigue la sonrisa continua del espectador a lo largo del metraje.

El realizador cuenta con su actriz fetiche, Kim Novak, protagonista de sus mejores filmes. La estrella, muy elegante, vestida por Jean Louis, es una hechicera más sutil que la interpretada por Veronika Lake en otro largometraje inolvidable: Me casé con una bruja (I Married a Witch de René Clair, 1942). Además tiene a su lado a James Stewart, su compañero en la excelente Vértigo (Alfred Hitchcok), realizada ese mismo año. A pesar de que en las dos cintas contemporáneas los personajes y la trama son radicalmente diferentes, existe una curiosa coincidencia que las une: la presencia de algo mágico y fantástico que flota en el ambiente.

Sin apartarnos del casting, hay que decir que los secundarios son de verdadero lujo: Jack Lemmon y Elsa Lanchester. A esta última se la recuerda por otra película de corte fantástico: La novia de Frankestein (Bride of Frankestein de James Whale, 1935), pero es justo reconocer que también participó –brillantemente- en varias películas interesantes, algunas al lado de su marido, Charles Laughton.

El lastre de este tipo de largometrajes, su evidente guión -sólo viendo quienes son los actores y el título de la película ya podríamos deducir casi la totalidad de la trama-, es solventado con maestría por Richard Quine. Para ello el director propone una sucesión de agradables escenas, dentro de una comedia ligera, todas adornando el objetivo principal del filme: el inevitable conjuro en el que caerá el no tan inocente James Stewart.



Don Quijote de La Mancha (Rafael Gil, 1947). Rafael Rivelles, Juan Calvo. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 18 a las 00:30)

La célebre obra de Cervantes sobre “El Caballero de La Triste Figura”, ha sido llevada al cine o a la televisión en multitud de ocasiones. Ya sea en clave de humor, o bien adornado con tintes trágicos, o sirvendo de motivo musical o presentado para la animación, las distintas versiones han tenido siempre un interés especial por lo universal del personaje. De todas ellas destacan, por su carácter personal, las realizadas por G.W. Pabst (1933), la inacabada de Orson Welles (1955) o la excelente debida a Grigori Kozintsev (1957). En un escalón ligeramente inferior podríamos situar al Quijote de Rafael Gil, del que vamos a hablar en la siguientes líneas.

La cinta es una de las más fieles al texto de Cervantes, y quizás ese puede que sea el motivo por el que ha sido tradicionalmente tachada de película despersonalizada. Y es que desde sus comienzos ya nació con esa etiqueta: un proyecto de CIFESA para realizar una superproducción a la española –así se califica al largometraje en los propios créditos-, un encargo que, lógicamente, cayó en las manos de uno de los tres mejores directores “caligrafistas” de la época (Rafael Gil, junto a Juan de Orduña y Sáenz de Heredia).

El director español comienza su carrera como documentalista y sirve a los intereses republicanos durante la Guerra Civil, hasta que, en 1939, se pasa al régimen franquista. A partir de aquí se inicia su verdadera trayectoria cinematográfica; un prolífico recorrido donde alterna películas de importancia (sobre todo sus primeras comedias, algunos melodramas y eficaces adaptaciones literarias) con otras, digamos oficialistas, muchas de ellas carentes de interés hoy en día, pero otras dignas de mención por su indudable calidad. Entre ellas destaca esta buena versión de Don Quijote de La Mancha.


A pesar de las secuencias propias del ciclo histórico (los “Glorias” al inicio y al final de la película, o algunos discursos “patrióticos” de Don Quijote, clara distorsión de la verdadera intención de Cervantes), el filme contiene grandes momentos como los travellings que enmarcan el arranque y la conclusión de la primera parte; la escena de los molinos; o las secuencias de los combates con el bachiller, al más puro estilo del cine de aventuras que se realizaba en Hollywood. Son ejemplos del buen oficio de Gil que, con una puesta en escena muy académica, consigue unas tomas que parecen extraídas de los mejores grabados de la novela.

Para el reparto se siguió con la costumbre –equivocada- de los primeros años de la posguerra de situar al frente del casting a un reputado actor de teatro. La responsabilidad recayó en Rafael Rivelles, que no desentona en su papel, pero que se excede en la declamación propia de las tablas. A su lado, Juan Calvo interpreta a uno de los mejores Sancho Panzas de la gran pantalla. Su protagonismo en el episodio del gobernador de la Ínsula, no lo desaprovecha el actor y convierte la secuencia en casi lo mejor de la película. El resto del elenco acompaña muy bien a la pareja principal. Tanto Fernando Rey como Manolo Morán (mi debilidad, no dejaré de alabar la espontaneidad de este magnífico profesional) y una jovencísima Sara Montiel, cumplen con nota su trabajo.

Creo que la cinta de Rafael Gil no ha sido tratada con la justicia que merece debido a su inclusión dentro del cine de propaganda. Opino que si nos abstraemos de su carácter político y nos fijamos en los aspectos puramente cinematográficos nos daremos cuenta de sus bondades: la excelente dirección de Rafael Gil, que aprovecha los recursos que la productora le asigna, para conseguir una impecable puesta en escena.



Un Rostro en la multitud (A Face in the Crowd de Elia Kazan, 1957). Andy Griffith, Patricia Neal. (Popular TV, Lunes 20 a las 00:30)

Crítica social a cargo de uno de los directores más críticos de la sociedad americana. A pesar de que recuerda a películas como Juan Nadie (Meet John Doe de Frank Capra, 1941), resulta pionera en la denuncia contra la televisión y su capacidad de crear –y destruir- ídolos de masas; por lo que, finalmente, es un antecedente directo de filmes como Network, un mundo implacable (Network de Sidney Lumet, 1976). Destacan las interpretaciones de Patricia Neal y del debutante Andy Griffith. No perderse el arranque, con la canción dedicada a la libertad del personaje interpretado por Griffith, y el final cargado de una fotografía expresionista que sirve para amplificar el drama.

lunes, 13 de abril de 2009

COLABORACIÓN: Belle Epoque (Fernando Trueba, 1.992)


Los Angeles, 21 de marzo de 1.994. 66ª Ceremonia de Entrega de los Premios de la Academia norteamericana en Hollywood. Fernando Trueba conquista el segundo Oscar en la historia del cine español en la categoría de Mejor Film en Lengua no Inglesa, una década después de que José Luis Garci se hiciese con el primero con Volver a empezar. Recuerdo que es el galés Anthony Hopkins el encargado en aquella ocasión de abrir el sobre y anunciar el nombre de la ganadora, "And the Oscar goes to… Belle epoque". Toda una alegría y una sorpresa que casi nadie espera. Ciertamente, el film español no entra aquel año en ninguna de las apuestas ni figura en las quinielas a favoritos en una edición dominada por la presencia de producciones asiáticas. Tres de las cinco aspirantes al galardón proceden del Lejano Oriente y la cosa parece estar entre la china Adiós a mi concubina de Chen Kaige y la taiwanesa El banquete de bodas de Ang Lee. Finalmente y por fortuna ambas deben morder el polvo y la dorada estatuilla se viene para España. Trueba emocionado sube a recoger su premio y lo agradece sorprendiendo a los académicos un discurso que ya forma parte de nuestra historia y nuestra memoria. Especialmente inolvidables son sus últimas palabras: "I would like to believe in God, but I just believe in Billy Wilder. So, thank you Mr. Wilder" ("Me gustaría creer en Dios, pero sólo creo en Billy Wilder, así que, gracias Sr Wilder")
A pesar del guiño, no cabe considerar Belle Epoque como la mas "wilderiana" de las comedias de su autor. Trueba aseguró en alguna ocasión que en el guión que el mismo escribió junto a Rafael Azcona y su hermano David incorporó algún elemento autobiográfico correspondiente a sus años de juventud. Hay también una película anterior en la filmografía del realizador, El año de las luces, que guarda no pocas conexiones con Belle epoque y que en parte se toma como su precursora. En aquella como en ésta, se nos narra el despertar a la vida sexual y afectiva de un adolescente si bien ambas transcurren en períodos cronológicos distintos. En cuanto a las referencias cinéfilas, más que al "Dios" Wilder el director se muestra más próximo a su igualmente admirado Jean Renoir y a títulos como La regla del juego o Una partida de campo que comparten con Belle epoque su marcado tono bucólico y un cierto carácter de alabanza hacia la vida rústica El film suele también compararse con el western de Raoul Walsh Un rey para cuatro reinas más que nada por sus similitudes en el punto de partida argumental (en esta cinta de 1.956, Walsh nos cuenta la historia de un vaquero que recala en un rancho regentado por una mujer y sus cuatro nueras en el que al parecer se halla escondido un tesoro) No, no es la comedia más wilderiana de Trueba, y sin embargo, el espíritu de tío Billy sobrevuela a lo largo y ancho de todo el metraje (recuérdese por ejemplo el pasodoble que bailan unos travestidos Jorge Sanz y Ariadna Gil durante la fiesta de disfraces y que a mí al menos me remite a esa otra rumba que se marcan Jack Lemmon y Joe E. Brown en la inolvidable Con faldas y a lo loco).
Y es que Belle Epoque no es ni más ni menos que una fiesta de principio a fin. Trueba logra que el espectador se contagie y acabe participando de ese gozoso canto a la libertad y a la alegría de vivir que es su película. No es casualidad que su trama se sitúe cronológicamente en los úlimos días de la Segunda República española, un período que aquí se presenta como uno de los más felices y prósperos de nuestra reciente historia, preludio y contrapunto del oscuro pozo en el que está a punto de zambullirse el país para no salir en cuarenta años. En esta particular "belle epoque" se hace muy fácil la exhaltación de la "joie de vivre" y el amor por la vida dados los vientos de libertad que soplan por doquier y que recorren todos los ámbitos de la vida nacional: el pensamiento, la enseñanza, las relaciones sentimentales el sexo… El escenario en el que se desarolla la historia también aparece como un oasis de paz y armonía en medio del convulso panorama político que sacude al país en esos momentos. Trueba y los suyos se marcharon a rodar Belle epoque a un viejo caserón sito en el Algarbe portugués, una región especialmente bella y luminosa que resulta un marco ideal para los intereses de la película.
No obstante, el guión – no podía ser de otra manera estando escrito por quienes está escrito- tiñe la historia de cierta melancolía y amargura que terminan por dar al conjunto de la obra el carácter de una tragicomedia. La obra arranca con un hecho trágico como es el suicidio de los dos guardiaciviles narrado desde una perspectiva humorística que lo convierte casi en un avatar chusco, y concluye con el ahorcamiento del párroco que empaña en parte el final de la historia nos deja un sabor final agridulce. La película tiene como protagonista a Fernando, un ex seminarista que sirive como soldado en el ejercito español y que decide desertar de él en vísperas del estallido del golpe fascista del 36. En su huida el joven encuentra refugio durante unos días en casa de Manolo, un artista retirado y alejado del mundanal ruido que le brinda su amistad y le adopta como pupilo y cocinero. Cuando Fernando está a punto de abandonar la casa de su mentor, éste recibe la visita de sus cuatro hijas que acuden a pasar junto a su padre las vacaciones de verano. Fuertemente impresionado por la belleza de las jóvenes, el muchacho decide cambiar de opinión y quedarse un tiempo más, un tiempo en el que acabará seduciendo sucesivamente a cada una de ellas sin saber de quien está en realidad enamorado.
No cabe duda de que el peso interpretativo de esta comedia coral recae en su quinteto de jóvenes protagonistas sobre quienes nada hay que objetar. Tanto Jorge Sanz, un actor en constante progresión, como sus cuatro compañeras de catre, quiero decir de reparto están más que correctos en sus respectivas composiciones. Sin embargo, y tratándose de una comedia azconiana y de raíces berlanguianas – y está claro que Belle Epoque lo es- algo habrá que decir de su impagable elenco de secundarios. Algo habra que decir por ejemplo de esos Gabino Diego y Chus Lampreave que dan pie a algunos de los momentos más hilarantes y disparatados de la cinta o de ese impresionante Agustín González en un papel que bordada y en el que nunca nos cansábamos de verle. Qué se puede hacer finalmente si no es postrarse de rodillas ante un monstruo de la interpretación como Fernando Fernán Gómez, un actor capaz de convertir en oro todo lo que tocaba y que aquí además se revela como el auténtico espíritu de la película con un personaje hecho a la medida mezcla de bondad y escepticismo. Cómo no acabar perdiéndose en esa mirada triste y lánguida final suya con la que despide no solo a una hija sino también a una época y un tiempo irrepetibles que nunca más han de represar. Como diciendo, tarde o temprano esto tenía que pasar, yo ya me lo olía desde el principio. A fin de cuentas…, nada ni nadie es perfecto.

lunes, 6 de abril de 2009

CITA EN SAN LUIS (Meet me in St. Louis de Vincente Minnelli, 1944)

Hablar de Meet me in St. Louis es hablar de la revolución del género. A partir de esta maravilla de cinta se puede decir que el musical alcanza la mayoría de edad y que contiene ya todos los elementos narrativos que harían famosas películas como Un Americano en París (An American in Paris, 1951).



El largometraje se basa en la novela de Sally Benson, donde la escritora cuenta la vida real de su familia en San Luis, a principios del siglo XX. La trama arranca cuando el grupo se plantea la decisión de trasladarse a Nueva York, y perderse la Feria Universal que se celebra en su ciudad. A través del uso del color y la música, Minnelli -el "rojo" Minnelli- nos presenta unos personajes deliciosos apoyándose en el estribillo de la canción que da el título al filme: "Meet me in St. Louis, Louis, meet me at the fair..." Y aquí empieza la revolución antes citada: los números musicales no se encuentran delimitados a un escenario, al estilo de las cintas que realizaban Busby Berkeley o Mark Sandrich hasta ese momento; las canciones, los bailes y la coreografía no son ensayos para una función ni los actores representan a músicos o bailarines. Todo lo contrario, las melodías y la danza surgen espontáneamente, como un elemento más de la narrativa fílmica. Así, en la secuencia "The Trolley Song", Judy Garland canta en un tranvía con un coro en movimiento sin motivo "musical" alguno.



Pero además, el cambio también afecta a la estructura narrativa. La cinta se desarrolla en cuatro actos y no en tres como es el normal. Sirven de apoyo las cuatro estaciones, con distintas escenas acompañadas de números antológicos que van dando forma a la historia hasta la resolución final. Un ejemplo: la secuencia correspondiente al invierno, donde la pequeña de la familia, Tootie (Margaret O'brien, que encarna a la propia Sally Benson), rompe las cabezas de sus muñecos de nieve -"si no pueden ir a Nueva York, prefiero romperlos aquí", dice desconsolada- el padre que ve el suceso desde la ventana por fin comprende que la familia prefiere quedarse en San Luis; la música de fondo, con el mismo estribillo del arranque, así nos lo confirma. Esto demuestra que los musicales de Minnelli conceden la misma importancia a la personalidad y psicología de los personajes que a la coreografía, el vestuario o la música.

A pesar de la indudable importancia de Cita en San Luis, el filme sólo estuvo nominado para cuatro de los llamados oscar “menores” (fotografía, guión, música y canción original:”The Trolley Song”) y lo peor es que sólo logró uno especial para Margaret O’brien. Algo que hoy resulta incomprensible cuando si hay que ponerle algún “pero” a la película es que después de verla no puedes apartar de tu mente, en varios días, un conocido estribillo: "Meet me in St. Louis, Louis, meet me at the fair..."

Ver Ficha de Cita en San Luis


¿Les apetece una vuelta en tranvia?



jueves, 2 de abril de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 3 al 9 de abril de 2009)

Por fin llega el mes de abril, con su Semana Santa, su Feria, el olor a azahar, la alergia… y el cine en televisión. Abstrayéndonos de Sansones y Dalilas y demás peplums, vamos a recomendar la siguiente tabla repleta de buenas cintas. A destacar un interesante despliegue de películas del gran director Michael Curtiz (recordemos Casablanca); la obra maestra de ciencia-ficción de Ridley Scott; el mejor Hitchcock con Psicosis; dos enormes películas de Fellini; musicales de Donen; comedias de Wellman; y distintos westerns de Aldrich, Delmer Daves, Boetticher, Heisler y Hathaway. Tampoco falta el buen cine español, muy bien representado por filmes de Berlanga, Camus y Buñuel. Por último anunciar un ciclo de películas de Pedro Almodóvar, que el canal autonómico de Castilla-La Mancha emitirá los martes. A pesar de que el director manchego no es santo de mi devoción -en mi opinión un gran realizador de secuencias (siempre hay alguna brillante en sus películas), pero que resulta un tanto irregular en casi todas sus obras-, informaremos puntualmente de dicho ciclo para satisfacción de sus incondicionales; excepto la semana que viene que, por motivos vacacionales, nos saltaremos nuestro “Silencio se… graba”.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Dodge, ciudad sin ley (Dodge City de Michael Curtiz, 1939). Errol Flynn, Olivia de Havilland. (Castilla-La Mancha TV, viernes 3 a las 18:30)

En 1939, Michael Curtiz realizó, para la Warner, Dodge City, una película donde Wade Hatton (Errol Flynn) "limpiaba" la ciudad del título. El personaje se presentaba en la pradera como una especie de Búfalo Bill contratado por el ferrocarril. No había ninguna duda de que era un héroe desde el comienzo… leer más



A cualquier otro lugar (Anywhere but here de Wyne Wang, 1999). Susan Sarandon, Natalie Portman. (Tele 5, sábado 4 a las 16:00)

Basada en la novela de Mona Simpson, la cinta narra las relaciones entre una madre, que aún no ha encontrado su lugar en la vida, y su hija, mucho más sensata y con los pies en la tierra.

En lo que parece el mundo al revés –no sólo por la trama en sí-, Wayne Wang realiza con habilidad una película muy alejada del punto de vista que se le supone a una persona nacida en Hong Kong. Y es que el cineasta pertenece a esa peculiar generación de directores asiáticos (con Ang Lee como principal exponente) capaces de llevar a cabo proyectos tan occidentales como éste.

Es cierto que el director se deja llevar por las muy buenas actuaciones de las dos protagonistas. Susan Sarandon interpreta a una mujer desengañada que busca alejarse lo más que pueda de Bay City, un pueblo perdido en Wisconsin, entorno de su anodina existencia. La veterana actriz consigue poner más nervioso al espectador que a su propia hija, y hace que nos acordemos de ese amigo o familiar que vive al día, pero que intenta arrastrar al resto hacia su caos particular.



Natalie Portman (estupenda, nominada para los Globos de Oro), da vida a un personaje que parece continuación al de Beautiful Girls (Ted Demme, 1996), pero más maduro. La joven intérprete encarna a una adolescente responsable que se resiste a dejar su ciudad, más que nada porque conoce a la perfección las locuras de su madre.

La película arranca como una road movie y pronto se centra en las relaciones explosivas entre las dos mujeres. Ligeros flash back aclaran como se ha llegado a esta situación; y diversos personajes secundarios -muy lejos de los principales- hacen las veces de coro oportuno mientras entran y salen de las vidas de las protagonistas. De esta forma, Wayne Wang avanza con paso decidido para explicar cuál es el vínculo que une a madre e hija a pesar de sus evidentes diferencias.



Cara de Ángel (Angel face de Otto Preminger, 1953). Robert Mitchum, Jean Simmons. (Castilla-La Mancha TV 2, domingo 5 a las 00:15)

Un conductor de ambulancia (Robert Mitchum) conoce a una mujer (Jean Simmons) y se siente atraído por ella la noche en la que tiene que acudir a su domicilio después de un aviso de grave accidente domestico. Pronto se dará cuenta de que el accidente no era tal y se verá atrapado por la manipuladora mujer, que pretende involucrarle en sus siniestros planesleer más



Vivir con Papá (Life with Father de Michael Curtiz, 1947). Irene Dunne, William Powell, Elizabeth Taylor. (Canal 300; domingo 5, a las 03:35 y a las 21:30; lunes 6, a las 03:35)

Adaptación de la obra teatral de Howard Lyndsay y Russel Crouse, sobre la vida de una familia americana en el Nueva York de principios del siglo XX. La narración gira alrededor del progenitor (genialmente interpretado por William Powell, que fue nominado al oscar), un padre rígido y autoritario que lo último que desea es ser bautizado. Las escenas del arranque de la película, en la presentación de los hijos (todos pelirrojos, como sus padres), y las de la visita de una jovencísima Elizabeth Taylor, son desternillantes. El director todo terreno, Michael Curtiz, demuestra que la comedia se le da tan bien como el género de aventuras o el drama.

miércoles, 1 de abril de 2009

COLABORACIÓN: Misterioso asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mistery de Woody Allen; 1993)



Misterioso asesinato en Manhattan es uno de esos maravillosos caprichos que el gran maestro Woody Allen se concede - ¿se concedía?- de cuando en cuando y en los que además se permite - ¿se permitía?-el lujo de desarrollar sus particulares tesis sobre los géneros y la comedia, ya saben lo de la tragedia más tiempo y esas cosas. Un suceso en apariencia trágico, nada menos que un asesinato, desencadena una serie de cómicas situaciones dando pie a una de las comedias más ingeniosas e hilarantes de las últimas décadas.
Larry y Carol Lipton son un matrimonio de mediana edad y posición social acomodada que vive en un lujoso apartamento situado en el centro de Manhattan. Una noche al volver a casa, ¡¡después de ver en un cine Perdición¡¡, la pareja descubre que su anciana vecina a la que acababan de conocer la noche anterior ha muerto tras sufrir un infarto. Cuando Carol comienza a sospechar que la viejecita no ha fallecido de muerte natural y que en realidad ha sido asesinada, Larry cree que se ha vuelto paranoica y trata por todos los medios de quitarle de la cabeza una idea que considera a todas luces descabellada. Sin embargo Carol sigue convencida de que en su mismo rellano se ha cometido un crimen y comienza a seguir la pista del supuesto asesino con ayuda de Ted, un amigo íntimo que siempre se ha sentido atraido por ella. Movido por los celos y muy a regañadientes, a Larry no le queda otra que sumarse a la investigación instigado por una atractiva escritora de novelas de misterio amiga suya interesada también por el caso.
Woody Allen escribe un primer borrador de esta genial historia a finales de los setenta coincidiendo con su etapa cinematográfica más fecunda, aquella que da pie a obras capitales en su filmografía como Manhattan o Annie Hall. Más preocupado por labrarse una reputación como director "serio" Allen decide aparcar el proyecto para más adelante. La ocasión llega en 1.993; es entonces cuando la cita anual de Woody con el público llega al fin cargada de humor y misterio. Allen rescata la idea de aquel viejo borrador y reescribe el guión definitivo con la ayuda de Marshall Brickman –uno de los pocos guiones de Woody escritos a cuatro manos. Tal vez por ser una idea parida a finales de los setenta, el director recupera también a su musa de aquellos tiempos, Diane Keaton, que no había protagonizado una película del director en años – la vimos en un pequeño papelito en Días de radio- y que aquí borda su papel de neurótica compulsiva y al borde permanentemente del ataque de nervios. Junto a ella, nos encontramos al propio Woody dando rienda suelta una vez más a su vis de eteno hipocondríaco que tanto irrita a los detractores del cineasta y que provoca siempre una medio sonrisilla cómplice en quienes somos de la cuerda. La química entre la pareja por cierto permanece intacta, como si no hubiesen pasado los años. Completan el cuarteto protagonista unos como siempre espléndidos Anjelica Huston y Alan Alda que, eso sí, salen poquito (tal vez es el único pero que le pongo yo al film, la poquita presencia que tienen estos dos monstruos de la interpretacion).
Si algo tiene de especial Misterioso asesinato en Manhattan además de su ritmo –uno de los montajes más ágiles y vibrantes de la filmografía de su autor- es su carácter de homenaje. A pesar de contar con un estilo y una personalidad propias, Woody se ha mostrado siempre sumamente respetuoso con sus fuentes. Si en anteriores trabajos el neoyorkino saldaba deudas con los maestros europeos que más le influyeron como cineasta y como cinéfilo (Bergman, Fellini, Lang) aquí le llega el turno al clásico thriller y cine negro hollywoodiense de toda la vida, uno de los géneros predilectos del director. Muestra de ese tributo son los guiños más que explícitos que se suceden a lo largo del film y que remiten a películas inolvidables como la citada Perdición, Vértigo, La ventana indiscreta o La dama de Shangai.
Arranca Misterioso asesinato en Manhattan con los ya legendarios títulos de crédito blancos sobre fondo negro acompañados por la base musical del standard de turno ( en esta ocasión "I happen to like New York" de Cole Porter). Tras éstos, algo más de hora y media de risas, carcajadas, y momentos gloriosos. Cómo no recordar la lección de poker que Anjelica imparte – o intenta al menos impartir- a Woody o la hilarante escena de las grabadoras. Aquí también nos enteramos por primera vez de que al neoyorkino le entran ganas de invadir Polonia cada vez que escucha a Wagner o de que considera el canibalismo como un modo de vida alternativo o de que...en fin, se descubren siempre tantas cosas con este señor.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...