jueves, 28 de agosto de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 29 de agosto al 4 de septiembre)

Finalizamos el mes con algunas propuestas interesantes de los canales nacionales, autonómicos y locales. Entre ellas un par de cintas de Coppola, otras dos de Hitchcock, de su etapa inicial, y algunas obras maestras como la película de Wajda o la de John Huston. En la siguiente tabla figuran todas las que recomendamos grabar:

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Cruce de Destinos (Bhowani Junction de George Cukor, 1956) Ava Gardner, Stewart Granger.(Onda 6 TV, sábado 30 a las 16:00)

Una atípica producción de los años cincuenta, pues no se trata sólo de "una de aventuras" en Cinemascope, con Granger de héroe... leer más



Un Pez llamado Wanda (A Fish called Wanda de Charles Crichton, 1988). John Cleese, Jaime Lee Curtis, Kevin Kline, Michael Palin. (TV3, domingo 31 a las 17:30)

Desternillante comedia escrita y protagonizada por John Cleese, componente de los Monty Phyton, famoso grupo británico humorístico que a la sazón encargó la dirección de la película a Charles Crichton. El realizador, ya retirado, fue uno de los grandes directores de la mejor época de la comedía en el Reino Unido, los años 40 y 50, y de los legendarios Ealing Studios.

La cinta trata de las peripecias de unos atracadores por descubrir el botín de un robo. Tanto Jamie Lee Curtis (a la que se le notan los genes cómicos heredados de su padre, Tony Curtis) como el propio Cleese o Michael Palin se encuentran en estado permanente de gracia, seguidos de lejos por Kevin Kline, demasiado excesivo en su interpretación. El mismo grupo de actores protagonizaría años mas tarde otra película sensiblemente inferior: Criaturas Feroces (Fierce Creatures de Fred Schepisi y Robert Young, 1997).



Sólo se vive una vez (You only live once de Fritz Lang, 1937). Henry Fonda, Sylvia Sidney. (Canal Extremadura TV, lunes 1 a las 02:15)

Segunda película de Lang en su etapa americana, incluida en la trilogía social (junto a Furia y You and Me). Cien por cien pesimista, narra la historia de una pareja (Fonda-Sidney), que lucha contra la etiqueta de delincuente que la sociedad le ha impuesto al marido. Al salir de prisión se ve envuelto en un crimen que no ha cometido, pero resignado a su suerte acaba por cometerlo. El resto corresponde a una huida desesperada hacia un final trágico de los dos personajes, que recuerda a la historia de Bonnie y Clyde.

Henry Fonda, especialista en este tipo de papeles de falso culpable, destaca por su sobria interpretación, seguido de cerca por la musa de Lang en Estados Unidos: Sylvia Sidney; también intérprete de las otras dos películas de la referida trilogía.

El filme es una mezcla de elementos de cine europeos junto a elementos del cine americano, perfectamente conjuntados por el mejor Lang. Igual que en Furia, el realizador expresa su profunda preocupación por la culpabilidad y su relación con la sociedad y el inexorable devenir del destino; todo anticipado en la famosa escena donde la pareja se asoma a un estanque durante su luna de miel: Fonda le cuenta a su flamante esposa lo que ocurre si una rana muere “su pareja automáticamente también perece...”

Contiene algunos planos de verdadero genio, como el subjetivo desde una mira telescópica, con Fonda de blanco, o los ojos de uno de los ladrones vistos a través de un espejo retrovisor que, a su vez, asoma por la rendija de la ventanilla empañada de un coche. Imprescindible.


lunes, 25 de agosto de 2008

VENGANZA DEL DESTINO (Under My Skin de Jean Negulesco, 1950)

En un sistema de producción cinematográfico como el americano de los años cuarenta y cincuenta, que funcionaba como una maquinaria perfecta, debía ser todo un acontecimiento para un director el poder filmar una cinta y hacerla personal, en el sentido de incluir recuerdos, ilusiones o aficiones de su propia existencia. Los contratos cerrados, los guiones impuestos, las estrellas del estudio y los productores no dejaban mucho margen de actuación a los realizadores. Por eso cuando vemos una película e identificamos parte de la vida del autor en ella, pensamos lo especial que le debió resultar el rodaje. La satisfacción de captar con imágenes evocaciones de la juventud seguro que premió a Jean Negulesco con creces su trabajo en Venganza del Destino.



Y es que el guión de Casey Robinson -todo un especialista-, basado en la novela “My Old Man” de Ernest Hemingway, se prestaba a que Negulesco se recreara con París, la ciudad en la que pasó sus años como pintor antes de dedicarse al cine. Los cafés bohemios; las panorámicas de la ciudad, con la Torre Eiffel presidiendo las tomas; las calles luminosas de la ciudad, con escenas cotidianas, se insertaban convenientemente en una trama paradójicamente obscura: un jockey viudo (John Garfield) y su hijo huyen de Italia, después de una carrera amañada que sale mal; se instalan en París, pero el pasado lejano en forma de mujer (Micheline Presle) y el más inmediato, amenazante, de un gangster que busca vengarse, se cruzan en su tortuoso camino.

El entorno por donde transcurre la historia es el de los hipódromos, las cuadras o las apuestas; pero la trama casi se corresponde más con el subgénero pugilístico, y no sólo por el aspecto del protagonista –John Garfied cuando se entrena parece más un boxeador que prepara un combate que un jockey perdiendo peso- sino por el conflicto interior del personaje que se debate entre ser fiel a su hijo –y a sí mismo- y ganar la carrera o seguir con el juego sucio para evitar una muerte segura. Además el argumento sigue muy de cerca a aquel éxito de King Vidor: El Campeón (The Champ, 1931), un dramón con Jackie Cooper y Wallace Berry que sufrió un remake en los años setenta a cargo de Franco Zeffirelli.

Pero Negulesco evita con éxito la lágrima fácil y sigue a los personajes con movimientos aparentemente sencillos de cámara e introduce algunas secuencias para enmarcar: la de la carrera final, con un caballo sin jinete que persigue a Garfield en una especie de pesadilla premonitoria; o el plano hustoniano que cierra el largometraje, donde el director contrasta la importancia de los seres queridos frente al dinero (los papeles de las apuestas se las lleva el viento).

Jean Negulesco tuvo una carrera irregular, su decadencia en los años sesenta cuando se dedicó a filmar comedias románticas “turísticas” no pueden hacernos olvidar las excelentes cintas que dirigió. Una de ellas fue Venganza del Destino, una película que refleja su verdadera vocación: la de pintor. El filme arranca con Dan Butler (John Garfield) y su hijo en la campiña italiana, entrenando. Rendidos por el esfuerzo se sientan debajo de un árbol para descansar. Cuando el padre señala hacia la aldea cercana, Negulesco encuadra una antigua ermita y fija la cámara/lienzo; en ese momento se oye la voz de Dan en off: “fíjate, es como una postal ¿eh?“

Ver Ficha de Venganza del Destino.

jueves, 21 de agosto de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 22 al 28 de agosto de 2008)

Tampoco viene mal la semana entrante en cuanto a películas; aquí están las que recomiendo grabar, todas las de la siguiente tabla:

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

El Silencio de los Corderos (The Silence of the lambs de Jonathan Demme, 1991). Anthony Hopkins, Jodie Foster.
(TV3, viernes 22 a las 00:15)

Aunque sea una película de la década anterior ya se ha convertido en un clásico de los thrillers de todos los tiempos. Llamada la "Psicosis de los noventa", ganó los oscar más importantes de 1992: película, director, actor, actriz y guión. Sobresale por encima de todo las acertadas interpretaciones de Hopkins, como "Hanibal el Canibal" y Jodie Foster como la novata agente del FBI que tiene como misión sonsacar a Hanibal el nombre de un asesino en serie. El guión, notable, presenta uno de los mejores ejemplos de negociación que existen - "Quid pro quo", información del asesino por información de la vida personal de la agente-; tanto es así que sirve de ejemplo, y se enseña, en algunos estudios de postgrado. Contiene escenas verdaderamente espeluznantes; aunque no se presenta al espectador el crimen explícito, sólo su resultado, una muestra más de la calidad de la cinta.



Noche en la Tierra (Night on Earth de Jim Jarmusch, 1991). Gena Rowlands, Rosie Pérez, Roberto Benigni, Winona Ryder. (Canal 33, viernes 22 a las 22:45)

Cinco historias de taxistas narradas por Jarmusch en una de sus mejores cintas. Cinco episodios que se desarrollan en otras tantas ciudades (Los Ángeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki). En el primero destaca esa gran dama del celuloide que es Gena Rowlands; en su línea, siempre creíble, sobria, genial. El segundo episodio se me antoja más entrañable, solidario y también excelentemente interpretado (¡lo qué chilla Rosie Pérez al hablar!). El tercero, un cuento, una fábula entre una ciega y un taxista de Costa de Marfil; muy gracioso, no perderse los sucesivos “cortes” que le endosan al taxista. El cuarto una de Benigni haciendo de las suyas: confesándole a un cura sus pecados, que si se tiraba a una calabaza, que si luego mejoró y lo hacía con una oveja, etc. La verdad es que te ríes. El quinto es otra fábula, como un relato de Chejov. El que más me gustó. El taxista, aún dolido por la pérdida de un bebé, recoge a tres borrachos en un helado Helsinky.



La Gran Evasión (The Great Scape de John Sturges, 1963). Steve McQueen, James Garner, Richard Attenborough, Charles Bronson, Donald Pleasence, James Coburn. (Canal Sur, domingo 24 a las 15:50)

Fabuloso reparto para una de las películas más comerciales de todos los tiempos, con una música que forma parte ya de la historia del cine. Basado en un hecho real, el filme describe la fuga masiva de un grupo de prisioneros de guerra de un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Destaca la estructura en dos partes muy diferenciadas: una primera que se desarrolla en el interior del recinto alemán, donde la aparente camaradería y buen humor se ve alterada con puntos de impulso del guión muy adecuados. Un ejemplo: la celebración del día de la independencia (muy simbólico) se rompe por la desesperación y posterior final trágico de uno de los prisioneros.

La segunda parte consta de pequeños episodios que se mezclan entre sí, con parejas de fugados que tratan de cruzar la frontera con desigual fortuna; muy bien contada por Sturges, con acción y suspense a partes iguales.

De esta excelente película hay multitud de anécdotas, me gustan especialmente dos de Steve McQueen: aquella en la que el actor pidió a Sturges ser uno de los motoristas alemanes que le perseguían en una de las secuencias finales, el director aceptó y, gracias a la magia del montaje, McQueen consiguió atraparse a sí mismo; otra: durante el rodaje en Alemania, la policía germana arrestó por conducción temeraria a parte del personal, entre ellos a Steve McQueen, que terminó entre rejas de la misma forma que su personaje en la película (no sabemos si se llevó también su famosa pelota de béisbol).


lunes, 18 de agosto de 2008

MAMMA MIA ! (Phyllida Lloyd 2008)

Cuando nos disponemos a escribir nuestras impresiones acerca de una película siempre nos asalta la tentación de hacer el comentario de espaldas a la pantalla, de que la respuesta del público que asiste anónimo al espectáculo sea la base de nuestros argumentos a favor o en contra del filme. Si esta hubiera sido la opción elegida con Mamma mia! el veredicto habría sido muy favorable; el peso de los aplausos, los coros de los espectadores siguiendo las canciones y las risas generalizadas, habrían sido determinantes para considerar al largometraje como excelente. Pero si queremos ser sinceros con nosotros mismos -y con el lector-, si queremos cubrir de rigor nuestra crítica, hay que volverse hacia la proyección y analizarla desde el punto de vista cinematográfico. Si lo hacemos así veremos que la cinta no queda tan bien parada.



Gran parte de la culpa la tiene el siempre difícil proceso de adaptación. Los riesgos a la hora de pasar a la gran pantalla una obra escrita y diseñada para ser representada en un teatro, se acrecientan en el caso de una revista o de un musical. Y es que el cine amplifica los defectos de una historia insulsa. "Airear" una trama tan simplona como la de Mamma mia!, cuya única razón de ser es servir de base para unir en las tablas unos números musicales con otros, provoca la creación de un producto absurdo que hace que todo chirríe con él. Es cierto que la mayoría de los musicales tienen unos argumentos que no resisten ningún análisis serio, pero las buenas películas del género, procedan de Broadway o hayan sido diseñadas para el cine, tienen un ritmo de narración propio del elemento y la historia, por muy sencilla que sea, se encuentra enriquecida cinematográficamente hablando. Pensemos por ejemplo en La Corte del Faraón (Jose Luis García Sánchez, 1985), y en la habilidad de Rafael Azcona para contar una trama que fluye paralela a la famosa zarzuela.

Vemos otro fallo en el casting. No sólo porque Pierce Brosnan cante horriblemente mal, sino por el protagonismo de Meryl Streep en una obra que se le ha querido dar un empaque moderno. Un musical donde abundan los primeros planos y donde la cámara filma la coreografía desde dentro, lo que pide es la inclusión de una actriz desconocida -a ser posible cantante, dejémonos de experimentos-, madura y con todas las arrugas que se quieran en el rostro. Sinceramente, creo que la gran dama del melodrama, a pesar de realizar un notable trabajo, no encaja en la cinta de Phyllida Lloyd. Su constante exhibición puede que haya servido para darle un mayor tirón comercial a la película, pero no hace más que reflejar una decadencia física que podría haberse evitado.

¿Entonces qué es lo que provoca la favorable acogida de gran parte del público? (qué sí, que hay que tenerlo en cuenta) La respuesta no puede ser más sencilla: ABBA. Las canciones del grupo sueco se las sabe todo el mundo, son pegadizas, alegres y refrescantes; ideales para escucharlas en vacaciones mientras fuera de la sala caen más de treinta grados. "Waterloo", "Chiquitita" o "I Have a Dream", entre otras, son las responsables de que finalmente haya sucumbido a la tentación y me haya puesto a escribir con la pantalla a mis espaldas.

Ver Ficha de Mamma mia!

jueves, 14 de agosto de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 15 al 21 de agosto de 2008)

Muchas e interesantes películas han programado las diferentes cadenas nacionales y autonómicas para este puente de agosto. Las que yo recomiendo grabar son todas las de la siguiente tabla:

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:


Grupo Salvaje (The Wild Bunch de Sam Peckinpah, 1969). William Holden, Robert Ryan, Ernest Borgnine, Edmon O’Brien, Warren Oates, Ben Johnson.

Grupo Salvaje es una película que no ha hecho sino crecer con el paso de los años y hoy en día podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que es la obra maestra de Sam Peckinpah y la más representativa del llamado western crepuscular... leer más




La Quimera del Oro (The Gold Rush de Charles Chaplin, 1925). Charles Chaplin, Mack Swain, Georgia Hale.

Quien quiera ver los mejores momentos de Charlot que se prepare porque aquí van:
- Cómo comerse una bota como si fuera un lenguado, con espinas y todo; y de acompañamiento los cordones, a modo de espaguettis.
- Cómo inventarse el baile de los panecillos de pan, con dos tenedores y sendos bollos de pan.
- Cómo sentirse con resaca hasta la extraña sensación de que la casa se mueve, pero... ¿se mueve de verdad?

Estamos ante una de las obras maestras de Chaplin (tiene al menos media docena de ellas); trata del famoso vagabundo y sus aventuras en el Yukon en busca de oro. Allí comparte su suerte con un asesino, un buscador de oro fortachón y una bailarina de salón, que le da calabazas el día de nochevieja; es en ese momento cuando vemos al charlot tragicómico, el que tanto enriqueció con esas secuencias dramáticas su propia carrera cinematográfica.



Melodías de Broadway 1955 (The Band Wagon de Vincente Minnelli, 1953) Fred Astaire, Cyd Charisse, Oscar Levant.

The Band Wagon es el musical por excelencia; con Minnelli en plena forma. Una cinta inolvidable realizada para entretener, como anuncia en el arranque, y subraya en el final, la letra de la famosa canción que sirve para representar al Cine: "That's Enterteinment"... leer más.




La Alegre divorciada (The Gay Divorcee de Mark Sandrich, 1934) Fred Astaire, Ginger Rogers.

¿Tiene problemas en su vida? ¿Se siente estresado, o triste? Pruebe a grabar esta película legendaria y véala las veces que sean necesarias. Le aseguro que notará una pronta mejoría a medida que se sumerja en esta historia sencilla de chica conoce a chico, se enamoran, se pelean y finalmente se casan. La sonrisa volverá a su rostro cuando comiencen los bailes de la pareja más legendaria de la historia del musical: Fred Astaire, Ginger Rogers.

Enmarcados en decorados imposibles –¡esas habitaciones de hotel no pueden existir!- parece que Fred Astaire y Ginger Rogers vuelen por la pantalla. Desde la torre de control, el vuelo es seguido por una prodigiosa cámara en movimiento, del director que mejor supo filmar a la pareja: Mark Sandrich. A destacar el número final: “El Continental”, un baile que se hizo famosísimo en la época y cuya secuencia dura... ¡casi 20 minutos!

Antes de administrar la dosis de fotogramas consulte a su farmacéutico de los posibles efectos secundarios, como el de la persistencia en su mente de una melodía que dice aquello de: ”...kiss while you dancing, the Continental, the Continental...”



Cruce de Destinos (Bhowani Junction de George Cukor, 1956) Ava Gardner, Stewart Granger.

Una atípica producción de los años cincuenta, pues no se trata sólo de "una de aventuras" en Cinemascope, con Granger de héroe, si no una película psicológica, donde una anglo-india (Ava Gardner) se debate entre ser hindú u occidental; entre su novio mestizo como ella o el coronel inglés; entre confesar un asesinato o no hacerlo. Muy buena interpretación de Ava Gardner, gracias a la hábil dirección del especialista en mujeres, George Cukor; y excelente la ambientación de una India próxima a su independencia.



La Bella y la Bestia (La Belle et la Bete de Jean Cocteau, 1946) Josette Day, Jean Marais, Marcel André.

Se trata de la mejor adaptación del clásico cuento infantil de Madame Leprince de Beaumont (le sigue de cerca la versión de Disney de 1992)... leer más



Cabalgar en solitario (Ride Lonesome de Budd Boeticher, 1959) Randolph Scott, Karen Steele.

Western del especialista Boetticher a beneficio de Randolph Scott que se hizo de “oro” gracias a participar en los beneficios de las películas que rodaron juntos... leer más




El Gran Flamarion (The Great Flamarion de Anthony Mann, 1945) Erich Von Stroheim, Mary Beth Hughes.

El largometraje contaba la historia de un tirador excepcional (Flamarion, interpretado por Erich Von Stroheim) al que un matrimonio le servía de blanco en su número circense... leer más

martes, 12 de agosto de 2008

LA TRAVESÍA DE PARÍS (La Traversée de Paris de Claude Autant-Lara, 1956)

La historia, al final, coloca a cada uno en su sitio. Una frase que encaja con el reconocimiento de la sociedad y del mundo del cine hacía la figura de uno de los mejores realizadores franceses: Claude Autant-Lara (nacido en agosto de 1901). En la década de los sesenta fue criticado abiertamente por los jóvenes directores de la Nouvelle Vague. Este ataque influyó decisivamente en su carrera, y sólo gracias a su trabajo y al repaso de toda su obra nadie duda hoy en día en considerarlo uno de los grandes cineastas galos de todos los tiempos. Entre las películas que nos dejó sobresale con luz propia la cinta que hoy vamos a comentar: La Travesía de París.



Se trata de un relato corto de Marcel Aymé -uno de los autores franceses con más obras adaptadas al cine- ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Auntant-Lara se aprovecha de la situación en la que vivían los habitantes de la capital (ocupación alemana) para confeccionar una excelente película. El resultado es una curiosa combinación de elementos neorrealistas con tintes de comedia y humor negro que recuerda mucho a lo que se estaba haciendo en España durante la posguerra. Y es que el estilo esperpéntico del filme se aproxima más a la obra de nuestro Berlanga que a cualquier otro cineasta francés de la época.

El realizador, con pocos planos –y con gran habilidad-, sumerge la historia en el tono correcto nada más comenzar el largometraje: de los créditos, con las tropas germanas desfilando por los Campos Elíseos, pasa a una secuencia donde mezcla el realismo con la metáfora. Así, alguien se esconde en un refugio mientras un “velo-taxi” (bicicleta para pasajeros) se cruza con una resignada cola de racionamiento y un ciego, desafiando a la autoridad, canturrea la marsellesa. Perfecta introducción para la trama principal que se desarrolla en una especie de road movie, en el interior de París, con Jean Gabin y Bourvil como protagonistas. La extraña pareja tiene que transportar un cargamento de estraperlo (unas maletas que esconden carne fresca) y recorrer casi toda la ciudad para entregar la mercancía.

El director se decanta claramente por dos elementos: los personajes y el entorno hostil por donde se ven obligados a desenvolverse en su viaje casi surrealista. Son tan importantes Gabin y Bourvil -sobre todo el primero que se me antoja un trasunto del propio Autant-Lara, en su calidad de artista y por su ambigüedad en las relaciones con el enemigo- como los obstáculos que se ven obligados a salvar: a saber, el jefe (un excesivo Louis de Funes, como siempre), los alemanes, los colaboracionistas, los gendarmes y los perros, los únicos que se huelen –literalmente- lo que esconden las maletas. De esta manera las situaciones divertidas se suceden de forma natural.

Pero el director no engaña al espectador, todo lo contrario, sitúa la acción siempre de noche, acorde con los oscuros tiempos de ocupación, y el viaje que propone tiene mucho de existencial; los personajes evolucionan con el metraje y los miedos, prejuicios, envidias, y demás miserias de la Francia de Vichy aparecen con toda su crudeza. Lo peor es que algunos caracteres siguen vigentes hoy en día. De hecho el cineasta se guarda un último guiño al concluir la cinta –muy adecuada la simbología- que no hace sino confirmar algo muy cierto: la Historia, al final, coloca a cada uno en su sitio.

Ver Ficha de La Travesía de París.

jueves, 7 de agosto de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 8 al 14 de agosto de 2008)

Reanudamos la sección con las siguientes recomendaciones, películas que yo no dudaría en grabar:

Pinchar en la tabla para verla mejor.


Granujas a todo ritmo (The Blues Brothers de John Landis, 1980) John Belushi, Dan Aykroyd, Carry Fisher.

Famoso musical donde dos hermanos delincuentes reúnen a una vieja banda de blues para recaudar el dinero suficiente para un orfanato. El motivo casi da lo mismo, una especie de macguffin que sirve para ver todo tipo de persecuciones de coches y, sobre todo, para oír buena música a cargo de algunos de los mejores intérpretes de blues y soul de la historia. Entre ellos incluimos a la banda de la cinta: The Blues Brothers, que publicarían varios álbumes de éxito, de ahí lo legendario de la película. Destacan los números de Aretha Franklyn y Ray Charles, así como el concierto final donde cantan y bailan el fallecido a edad temprana John Belushi y el cómico Dan Aykroyd, habitual en las películas de Landis y coguionista con el propio director. A partir del concierto, la película se alarga demasiado y carece de sentido (si es que alguna vez lo tuvo).



Ivanhoe (Richard Thorpe, 1952) Robert Taylor, Elizabeth Taylor, Joan Fontaine, Goerge Sanders.

Primera película de la trilogía que sobre aventuras medievales realizaron el productor Pandro S. Berman y el director “todo terreno” Richard Torpe para la Metro-Goldwyn-Mayer. Las otras dos fueron Las aventuras de Quentin Duward y Los caballeros del Rey Arturo, todas de gran éxito, todas con un protagonista común (Robert Taylor renaciendo de sus cenizas como el “ave Fénix”), pero de diferente calidad. En mi opinión Ivanhoe, es la más cuidada de las tres por varias razones: en primer lugar la trama se encuentra mejor urdida, lejos de la algo infantil de Quentin Duward o la más melodramática del Rey Arturo. En segundo lugar los actores están a gran altura, con un curioso duelo entre Elizabeth Taylor y Joan Fontaine por el amor del caballero sajón Wilfred de Ivanhoe. Por último, Thorpe consigue que las espectaculares escenas del torneo permanezcan en nuestra memoria, encabezando una lista de aventuras vividas en nuestra infancia aquellas tardes de sábado frente al televisor.

Un chascarrillo cinéfilo: Joan Fontaine repite el mismo momento histórico en esta película (Las Cruzadas, con Ricardo Corazón de León fuera de su patria y Juan Sin Tierra reinando) que el de la cinta protagonizada por su hermana mayor allá por el año 1938. ¿Qué quién es su hermana mayor? ¿Qué cuál es la película? Respuesta: Olivia de Havilland en la obra maestra de Curtiz y Keighley Robin de los bosques.



El Perdón (The Claim de Michael Winterbottom, 2000) Wes Bentley, Peter Mulan, Natasha Kinski, Milla Jovovich.

Atípico, pero atractivo western del excelente realizador Michael Winterbottom. Muy en la línea de Los Vividores (McCabe and Mrs. Miller de Robert Altman, 1971) en lo que respecta a la estética, el entorno y el carácter realista de la trama; aunque difiere en la estructura y en la ausencia de comedia. Y es que la historia del cacique del pueblo que ve como su pasado acude para rendirle cuentas es casi una tragedia. La elegante cámara de Winterbottom nos regala algunos planos memorables, como el de la muerte de un personaje que el director esconde tras un caballo o el largo travelling final que recuerda al de Infierno de Cobardes (High Plain Drifters de Clint Eastwood, 1973).



El Dorado (Howard Hawks, 1967) John Wayne, Robert Mitchum, James Caan.

El Dorado es un remake de Río Bravo (1959) y un anticipo de Río Lobo (1970), todas de Howard Hawks, uno de los grandes. Con esta trilogía el genial director quiso ofrecer una alternativa a Solo ante el peligro (High Noon de Fred Zinnemann, 1952). Y lo consiguió: el sheriff sólo necesita de sus colaboradores (un borracho, un anciano y un muchacho imberbe) para solucionar sus problemas, dejando al margen al pueblo que para eso lo eligió... leer más


Lluvia (Rain de Lewis Milestone, 1932) Joan Crawford, Walter Huston.

A causa de la "lluvia" del título, unos pasajeros quedan atrapados en una isla tropical mientras esperan el barco que los lleve a su destino. Entre ellos se encuentran los dos protagonistas: Sadie Thompson (Joan Crawford), una prostituta que huye de Estados Unidos donde es reclamada por la justicia; y un reverendo muy rígido (Walter Huston), que intentará llevar por el buen camino a Sadie, no sin antes hacer que pague por sus pecados... leer más


Jubal (Delmer Daves, 1956) Glenn Ford, Erneste Borgnine, Charles Bronson, Rod Steiger.

El largometraje pertenece al subgénero de western psicológico, iniciado por El pistolero (The Gunfighter de Henry King, 1950) y ratificado por Solo ante el peligro. En este tipo de filmes el tratamiento de los personajes y la relación entre ellos eran más importantes que la propia acción. Las peleas, los tiroteos, los indios y demás tópicos que siempre habían caracterizado al género eran sustituidos por situaciones complicadas. La venganza, los celos y las envidias propiciaban tragedias al más puro estilo de Shakespeare, siempre acompañadas de legendarias canciones que resumían la historia.

En Jubal, asistimos a una versión de “Othello”, en la que un errante cowboy (Jubal, encarnado por Glenn Ford) es recogido por un ganadero bonachón y confiado (Ernest Borgnine). A pesar de no ser bien recibido por uno de los vaqueros del rancho (Rod Steiger), Jubal accede a trabajar allí. Pronto será acosado por Valerie French, una femme fatale, a la sazón mujer de Borgnine y amante de Steiger. Con estos ingredientes el drama estaba servido. Bastaba una visita nocturna de la “ligera” Valerie French y una calumnia del celoso Steiger para propiciar el enfrentamiento entre Jubal y su jefe.

El oficio de Delmer Daves presenta la tragedia con impresionantes secuencias rodadas en exteriores y con la nocturnidad de los interiores para las escenas de mayor tensión. Pero lo mejor de la cinta es la exposición de caracteres: así el histrionismo “made in actors studio” de Rod Steiger es contrarrestado por el conformismo de Glenn Ford con su mala suerte; o la actitud en extremo confiada de Borgnine -que prácticamente echa a su esposa en brazos de Jubal- es neutralizada por la explosión de celos cuando surge el adulterio.

Pero, ante todo es una película de género. Delmer Daves se encarga de recordárnoslo. Lo hace con escenas de doma de caballos, o con los ensayos entre Charles Bronson y Glenn Ford, cuando el primero le lanza el revolver al segundo para que éste dispare. Todo un adelanto de lo que sucederá en el tercer acto; una escena que recuerda mucho a dos de los “Ríos” de Howard Hawks (Río Rojo y Río Bravo).

El director va más allá cuando concluye la trama: una polea y un gancho, que se balancean siniestramente, no presagian nada bueno. Imitan a la soga justiciera y esperan atentos el resultado del inevitable enfrentamiento final. Sin duda, un detalle de buen realizador para una excelente película.
Ver Ficha de Jubal.

miércoles, 6 de agosto de 2008

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO (Before The Devil Knows You're Dead de Sidney Lumet, 2007)

Recuerde aquellos pesadísimos días de mudanza –yo, desgraciadamente, he tenido muchos-, a la hora de decorar una habitación y después de haber elegido el color que le gustaba para sus paredes, de colocar sus muebles favoritos y de colgar sus mejores cuadros, después de todo eso ¿no ha tenido la sensación de que el resultado no era el deseado y de que algo no encajaba? Una impresión parecida es la que me ha provocado la visión de la última película de mi admirado Sidney Lumet. Y es que, a priori, el proyecto contaba con unos activos magníficos (prestigioso director, excelentes actores, historia atractiva...) para que la cinta hubiera acabado como una de las mejores del año. La realidad ha sido bien distinta.


Es cierto que la técnica utilizada ha sido la adecuada. Lumet, todo un lobo de mar cinematográfico, ha sabido capear el temporal fotográfico que le imponía una historia tan oscura como la de dos hermanos desesperados que roban el negocio de sus padres. La dura luz sobre los rostros de los protagonistas y el acertado uso del gran angular para los momentos de tensión o el teleobjetivo para subrayar el agobiante entorno de la ciudad, confirman la profesionalidad de este gran realizador. Su dominio de la cámara en interiores ya no sorprende a nadie después de los ejercicios de estilo realizados en más de cincuenta años de carrera. El problema no ha sido técnico, no, lo que ha fallado es casi todo lo demás.

El apartarse de una estructura lineal puede resultar interesante (Lumet ya ha experimentado con flash back en anteriores producciones de manera brillante, piénsese en El Prestamista) siempre que se respete el juego que cada uno se imponga. Me explico: si el punto de vista es lo que señala cada ruptura de la trama, habrá que tener especial cuidado en no perderlo en ningún momento. No se deben montar escenas donde el personaje desde el que se está narrando no esté presente. Lumet comete ese fallo en todos los episodios, no sé si de forma intencionada; el caso es que no queda bien.

La trama es previsible, pero ese no es el error, de hecho el realizador avisa con buen criterio de lo que se avecina cuando, en el arranque, los ladrones se cruzan con una siniestra furgoneta, un coche negro de aspecto fúnebre. Es el desarrollo final lo que da al traste con todo lo realizado anteriormente: una anómala conclusión que no encaja con el realismo que suele acompañar a las mejores cintas de Lumet.


Esa realidad entendida por el director en 12 Hombres sin piedad, Larga jornada hacia la noche o Tarde de Perros es el resultado de un trabajo previo extraordinario con actores y actrices. Me gustaría saber qué es lo que ha ocurrido en esta ocasión para que las actuaciones de los dos personajes principales -nada que reprochar al gran Albert Finney- de una sensación de falta de sinceridad.

Demasiados traspiés para una película de Sidney Lumet. La desventaja de tener una obra tan sólida a sus espaldas es que a un director de este tamaño siempre se le pide un largometraje de gran nivel. Es como si después de haber gastado dinero y energías en pintar una habitación y amueblarla al gusto de cada uno, los cuadros quedan torcidos o la televisión no se ve desde nuestra butaca o sofá preferidos.


Ver Ficha de Antes que El Diablo sepa que has muerto.

domingo, 3 de agosto de 2008

MÁSCARAS (Masques de Claude Chabrol, 1987)

Creo que fue Truffaut el que comparó el Cine con la Vida para concluir que eran la misma cosa. ¿No ha tenido alguna vez la sensación, después de haber visto una película, de que podría haber formado parte de ella, de que a algunos personajes ya los conocía? A mí me pasó cuando vi Masques. Una especie de déjà vu cinéfilo que hizo su aparición de forma simultánea a la presentación del personaje principal: Philippe Noiret. Tengo un cuñado francés que me recuerda al legendario actor. Habla y gesticula como él. Las reuniones en su comedor, con los caldos que encierra su bodega como tema de conversación, son iguales a las que imagina Chabrol en una de sus cintas más personales.



Máscaras -y aquí se acaban las similitudes con mi familia allende Los Pirineos; que no se asusten- puede muy bien representar a los mejores filmes del director galo y salir del limbo en el que se encuentra, catalogado como “obra menor”. Y es que pertenece al Chabrol que se decide por ambientes provincianos, pero burgueses; por secuencias donde la comida y la bebida sirven de catalizadores para diálogos incisivos, pero sorprendentemente desdramatizados; por personajes que se desdoblan una y otra vez ante espejos, o ante el “espejo” enemigo del cine: la televisión, como es el caso.

Christian Legagneur (Noiret) es un presentador que regala viajes y cruceros a parejas de ancianos en un concurso de lo más hortera. Recibe la visita de Roland Wolf, un novelista que le propone escribir su biografía. La vanidad del primero y el interés oculto por su hermana desaparecida, del segundo, inicia una trama que se adentra en el suspense y en el drama, pero que se convierte en una sátira.

Tras los dos personajes principales, Chabrol completa el triángulo con la bella Catherine (Anne Brochet), una especie de ninfómana enfermiza sometida por Noiret en contra de su voluntad, extraída directamente de Encadenados (Notorious de Alfred Hitchcock, 1946). Chabrol no duda en incluir escenas idénticas a la cinta de referencia (la criada ofreciendo una taza de té envenenada, con plano detalle incluido) y completa su homenaje con la música de la famosa serie “Alfred Hitchcok Presenta...” que sirve de sintonía al concurso de televisión.

Sin abandonar la influencia del genial director británico, Chabrol soluciona la puesta en escena con sus característicos saltos de eje, para resaltar lo que considera importante, o para cambiar el rumbo del largometraje. Así, en el comedor, cuando Noiret se encuentra ausente, el realizador cambia bruscamente el punto de vista del objetivo para situarlo desde la silla vacía que hubiera ocupado el actor francés; una forma muy personal –y elegante- de subrayar el control que ejerce el personaje sobre el resto.

Los secundarios, atados por corto por Noiret, son la excusa perfecta para que Chabrol hable de sexo y así cumpla con otra de sus obsesiones preferidas. Desde la masajista (sin comentarios) hasta su cornudo marido Manu -relegado a una obscura bodega-, pasando por la siniestra Colette (secretaria-criada-amante), todos revolotean alrededor de Christian insinuándose para buscar sus favores.

En Máscaras, fiel a su título, nadie es quien aparenta ser. Chabrol sí. El realizador permanece leal a sus principios y a su forma de rodar. Al final del filme se posiciona del lado que esperamos todos los que amamos su cine. De hecho, no me extrañaría nada que fuera la mano del propio Claude Chabrol la que aparece en el plano detalle que cierra la película.

Ver Ficha de Máscaras.

Dedicado a una amiga conozzedora y admiradora de la obra de Claude Chabrol.

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