lunes, 2 de junio de 2008

VIVIR SU VIDA (Vivre sa Vie de Jean-Luc Godard, 1962)

La revisión de esta excelente cinta provoca el efecto de una bofetada en el rostro del triste panorama actual, de largometrajes insulsos y de baja calidad. En mi opinión, ver este filme es un recomendable ejercicio de humildad y aprendizaje para los presentes directores, y un soplo de aire fresco para los espectadores ansiosos de buen cine. Y aquí van mis razones:



Vivre sa vie es, ante todo, un ejercicio de estilo. Doce secuencias recogen la vida de una prostituta, desde sus comienzos hasta el final. En todos los capítulos, Godard se recrea con su musa, Anna Karina, en unos excelentes primeros planos que inundan la pantalla desde el principio. El realizador no pierde jamás el punto de vista de la protagonista. La sigue con la cámara y nos hace partícipes de esa persecución. Las primeras imágenes, acompañando a los créditos, nos muestran los dos perfiles y el frente de Anna Karina con una expresión de culpa que confirman un principio fundamental en el cine: toda película debe comenzar con una imagen que resuma o proporcione el “tono” correcto de la historia.

A continuación Godard deja que el espectador analice o simplemente disfrute de la totalidad del metraje. Sirva como ejemplo el arranque, cuando el director nos muestra a Karina y a su novio de espaldas a la pantalla. ¿El significado? Cualquiera de los siguientes, o todos, o ninguno de ellos: es el comienzo, así que aún no conocemos a los protagonistas, conforme avance la cinta nos iremos familiarizando con ellos; es una pareja en crisis, que se va a separar y esconden su rostro porque ellos mismos se ignoran; o bien Karina nos da la espalda como se la da a su vida anterior y, a partir de esta secuencia, todo va a cambiar.

Pero también es un largometraje que pertenece a un movimiento: la Nouvelle Vague. Y se enorgullece de ello. Las secuencias con referencias intelectuales son múltiples: así un joven lee las obras completas de Edgard Allan Poe (la voz es de Godard), mientras admira la belleza de la protagonista; o la propia Karina filosofa en un bar sobre la conveniencia de expresarse.

La pasión por el séptimo arte es otra característica de esta escuela. Las colas de un cine donde se proyecta Jules et Jim de Truffaut –compañero de Godard en Cahiers du Cinema-, o una larga secuencia de La pasión de Juana de Arco de Dreyer, con los primeros planos de Renee Falconetti confundiéndose con los de Anna Karina, confirman lo anterior.

Animo a los lectores a seguir a Godard en esta radiografía de Anna Karina; en esta obra maestra que se transforma por momentos en documental, en comedia –no perderse la forma de medirse que tiene la propia Karina- y en drama. La propia actriz agradece al director -y al espectador- su atención cuando mira fijamente la cámara; o cuando, en un interrogatorio, Godard la fotografía con poca luz para que su avergonzada cara quede difuminada. Si ella ya lo hace ¿qué más puedo decir yo para promocionar esta maravilla?

Ver Ficha de Vivir su Vida.

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