miércoles, 2 de abril de 2008

EL DORADO (Howard Hawks, 1966)

El Dorado es un remake de Río Bravo (1959) y un anticipo de Río Lobo (1970), todas de Howard Hawks, uno de los grandes. Con esta trilogía el genial director quiso ofrecer una alternativa a Solo ante el peligro (High Noon de Fred Zinnemann, 1952). Y lo consiguió: el sheriff sólo necesita de sus colaboradores (un borracho, un anciano y un muchacho imberbe) para solucionar sus problemas, dejando al margen al pueblo que para eso lo eligió. Sin menospreciar la trama, lo que más me interesa a la hora de comentar una obra de autor -y ésta lo es, digan lo que digan- es descubrir los elementos, en este caso hawksianos, que la configuran. Veamos algunos de ellos:


Como ocurría en Río Rojo (Red River, 1948), aquí también nos encontramos con un grupo de amigos unidos frente al peligro. La amistad en letras mayúsculas es uno de los grandes temas que Howard Hawks analizó a lo largo de su carrera, pero a diferencia de lo que sucedía en Río Rojo y Río de Sangre (The Big Sky, 1952), en El Dorado los personajes se mueven en un entorno cerrado, la película es más claustrofóbica y no existen esos rodajes de exteriores que dan un aire más épico a las anteriores producciones. Sólo su “mano invisible” (como la del mercado, que decía Adam Smith) a la hora de rodar permanece como denominador común de estas tres grandes cintas. Y es que la cámara, en los filmes de Hawks, prácticamente no se nota. Él no quería por nada del mundo que extraños movimientos del operador -la mayoría para lucimiento del director de fotografía o del propio realizador- estropeasen o desviasen la atención del espectador. Así no es de extrañar la profusión de planos generales, planos fijos a la altura de los ojos o planos americanos con ligeros movimientos sólo usados para encuadrar a los actores. De esta forma cuando Hawks usaba un travelling o una panorámica resaltaba la acción mucho más que cualquier otro director con la misma técnica.

Pero donde podemos encontrar al verdadero Howard Hawks es “buceando” en los protagonistas. En El Dorado, como en el resto de películas de Hawks, los actores se encuentran muy identificados con los personajes. Es lo que buscaba el realizador a la hora de hacer un casting, y a la hora de escribir un guión. Supeditaba la parte escrita al actor en cuestión y no dudaba en variarla o en improvisar si con ello lograba esa perfecta unión personaje-actor. Así Robert Mitchum logra hacer uno de los mejores papeles de su vida al interpretar a un complejo personaje hundido en el alcohol. Este actor da aquí muestras de hasta donde puede llegar una estrella de cine si se encuentra bien dirigida.


John Wayne, con el que trabajaría en cinco ocasiones, interpreta al héroe hawksiano por excelencia, el líder que no duda en ayudar a su amigo evitando muestras explicitas de ese apoyo (como hiciera Cary Grant en Sólo los Ángeles tienen alas o el propio Wayne en Río Bravo y otras).

Mississippi (James Caan), el joven aprendiz, es otro clásico en la temática de Hawks (Matt al principio de Río Rojo, Ricky Nelson en Río Bravo o Chips en Hatari! son varios ejemplos).

Con El Dorado el espectador puede presenciar un western distinto; el cinéfilo puede dedicarse a disfrutar de la interpretación de los personajes sin distraerse con los movimientos de cámara; y el aficionado, en general, seguro que va a pasar un rato entretenido junto a una película narrada al estilo clásico, lejos de las innovaciones que se imponían en el mundo del cine en los años sesenta.

Ver Ficha de El Dorado

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